Hannover & Hamburg: Uno de los nuestros

 

El uno de agosto de 1997 empecé el viaje de tuna más largo en coche que he hecho (si no sabéis que significa “viaje de tuna” podéis verlo en F.A.Q.). El destino era Escandinavia y al final llegamos hasta Helsinki. Fueron casi 7.000 kilómetros en un Peugeot 106 Kids. Hoy empiezo la crónica de este viaje con las primeras escalas en Alemania y nuestros “asuntos” con la mafia.

Como decía, el día uno salímos de Barcelona Limonero, Petete, Cartujo y yo, con la intención de recorrer el máximo número de kilómetros y dormir en cualquier lugar. Menos yo, todos tenían carné de conducir y la idea era que los tres se turnasen al volante. Sin embargo, al poco de salir vimos que los frenos del coche no estaban del todo bien y Petete y Cartujo decidieron que Limonero no condujese, a pesar de ser el propietario del coche, por el odio que este le tenía al freno motor y su cariño por el pedal central.

El primer tramo pasó sin incidentes y para la primera noche llegamos hasta Kassel, a las afueras de Hannover, y nos alojamos  en un hotelito llamado Siebert.

Hannover

Llegamos a Hannover el día dos por la mañana con bastante calma ya que algunos meses antes había estado allí y ya conocía donde estaban todos los restaurantes españoles e italianos en los que podríamos actuar. Eso nos permitió visitar la ciudad con tranquilidad, paseando por el centro y disfrutando, entre otras cosas, de la Estación de trenes, enfrente de la que aparcamos el coche,  la Ballhofplatz en el centro, el Nuevo y el Viejo Ayuntamiento y la Ópera estatal, todos ellos edificios muy germanos  y recomendables. Por otro lado, nos quedaron por ver los jardines Herrenhäuser, por desconocimiento, y el lago Maschsee, por acojonamiento…

Llegada a Hannover.

Al llegar la tarde, y dados los hábitos horarios europeos, ya nos dirigimos a los restaurantes para ir tanteando el terreno. Todo fue bien, y gracias a las habilidades musicales de Petete a la bandurria, Cartujo a la guitarra y Limonero, voz solista, las propinas que recogí con mi pandereta fueron generosas. Al menos hasta llegar al último restaurante.

La verdad es que como se nos había dado bien la noche, pensábamos retirarnos pronto, y pretendíamos ignorar un restaurante italiano no muy grande que quedaba un poco apartado del resto. Sin embargo, uno de los cocineros del local que había salido a la calle a fumar nos vio y reclamo nuestra presencia. El restaurante tenía forma de ele. En un par de mesas a la derecha de la entrada, enfrente de la barra, había un grupo de personajes con traje de raya diplomática y corbata que parecían de atrezzo, y un pasillo que transcurría paralelo a la cocina llevaba al comedor del fondo. Entramos.

Durante nuestra actuación entró un chino vendedor de rosas y del grupo de personajes, uno que parecía il capo, se las compró todas, se acercó al comedor donde estábamos cantando y las repartió entre todas las señoras que allí había.

Después de pasar la pandereta y guardar la recaudación en el insondable bolsillo de mi capa, dimos por acabada la actuación y nos encaminamos a la puerta. En ese momento, los engominados de la mesa, nos hicieron señas para que nos acercáramos. Nos pidieron alguna canción en italiano y creo que Limonero cantó “O sole mío”. A continuación, nos pidieron la música de “El Padrino” la cual Petete tocó sin problemas. Francamente parecían mafiosos de película, y esas peticiones nos las tomamos un poco a guasa.

Pero la cosa se complicó a la hora del brindis. Los cuatro mafiosos más cercanos se empeñaron en que bebiéramos con ellos, y pidieron grappa para todos. El que hablaba más mostraba ciertos signos de embriaguez y no parecía muy razonable, pero, a pesar de todo, Limonero tuvo a bien quejarse de la ofrenda y reclamó otra bebida menos fuerte. En ese momento, el más parlanchín, se sacó algo del calcetín o de la bota o no sé de dónde, que pensé que era como un encendedor muy raro. Lo levantó y mostrándonoslo a todos, empezó a vaciar todas las balas una tras otra encima de la mesa. Era un cargador de pistola automática.

Cuando cayó la última bala, y bajo la mirada de un mafioso pequeñito con cara de Joe Pesci que parecía querer matar al pistolero exhibicionista, este se dirigió a Limonero y dijo: “Grappa”. Y punto. Así que evidentemente se bebió lo que él quiso. Luego, y después de que el ambiente se hubiera relajado un poco, nos invitaron a una fiesta en un barco que tenían en el lago Maschsee, en la que según ellos habría chicas y alcohol y nosotros podríamos la música. Sin embargo en nuestras fértiles imaginaciones veíamos más bien cabezas de caballo y zapatos de cemento, así que, a pesar de aceptar la invitación y quedar para el día siguiente con ellos, nos dimos a la fuga dirección Hamburgo…

Hamburgo

El día tres, despertamos en Laatzen. Habíamos dormido en un pequeño hotel de la cadena ETAP y nos dirigimos a Hamburgo. También conocía esta ciudad de un viaje anterior y sabía que no era un buen lugar para ganar mucho dinero con lo que solo hubo turismo y algunas canciones antes de tirar hacia Dinamarca.

Limonero, el autor y Cartujo delante de St. Michaelis Kirche

Solo tuvimos tiempo de ver algunos de los lugares turísticos de más interés de la ciudad: St. Michaelis, el símbolo de Hamburgo, el Ayuntamiento, la zona de Jungfernstieg y el puerto.

La noche del 3 al 4 ya dormimos en Dinamarca, y lo contaré en otra entrada.

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2 thoughts on “Hannover & Hamburg: Uno de los nuestros

    1. abranera Post author

      Bueno, la cámara era suya, sí.
      Hay fotos en las que sale Petete, pero en Tokio solo tengo algunas del viaje escaneadas que me ha pasado Limonero. Tengo lo que tengo.

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