El caso de los caballitos

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Amaya está enfermita del estómago. No creo que haya sido nada concreto porque hemos comido lo mismo todos los días. Más bien creo que es la acumulación de días y quizás también el comer demasiado. Hoy, por ejemplo, hemos desayunado dos veces.

Diario de viaje, 23 de agosto de 2013 – 20:45h

Últimas horas en Myanmar, aunque el viaje podríamos decir que terminó ayer. Durante la noche [del 23 al 24] yo también me encontré mal y el 24 lo pasamos en la cama/habitación.

Diario de viaje, 25 de agosto de 2013 – 7:55h

La verdad es que a día de hoy aún no sabemos qué nos pasó (ni lo sabremos) porque aunque nos dio más o menos al mismo tiempo, los síntomas fueron distintos. Sea como sea, nos quedamos sin la excursión a Bago que habíamos pensado para el día 24, después de comprobar que Yangon no daba para más de dos días y con la tontería íbamos a estar cuatro. Uno de los motivos de haber acabado tantos días en Yangon es que no habíamos usado el margen de seguridad que habíamos previsto para el resto del viaje, así que tampoco era nada tan malo.

14 Yangon 2 184 Adiós Yangón

Maha Bandoola Garden Street desde nuestra GH

Sobre la indigestión, dolor de estómago o empacho, le dimos bastantes vueltas a las posibles causas, comer demasiado, el arroz con pescado que no nos gustó, exceso de tés de Myanmar que se toman con mucha leche evaporada… incluso en broma, pensamos que quizá podría ser culpa del monje de la Botataung Paya, que nos había regalado unas pulseras budistas sin que nosotros le diéramos limosna. La verdad es que mientras nos las puso rezó una oración para que nos protegiera pero por lo visto no fue muy efectiva.

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La pulserita sobre mi cuaderno de viaje

Otro problema del día perdido es que no sabíamos si podríamos comprar los recuerdos ya que, para no cargar con ellos todo el tiempo, lo habíamos dejado para el final. ¡Y ahora nuestro avión salía al mediodía y no teníamos nada! Por suerte, después de desayunar volvimos al mercado Bogyoke y descubrimos aliviados que abría a las 10:00 AM. Además, encontramos todo lo que buscábamos (camisetas con el alfabeto birmano para nuestros padres, pasminas para las madres, etc.).

Finalmente, en la Cherry Guest House nos llamaron un taxi y nos fuimos al aeropuerto…

Al llegar, pasamos un arco de seguridad para llegar a la zona de facturación y cuando me descolgué la mochila de los hombros me di cuenta. Había estado cargando con las marionetas-caballito desde Mingun y ¡me las había dejado en el hotel! Enseguida sopesamos las opciones. Teníamos el dinero justo para ir y volver al hotel, 6.000 kyats por trayecto, pero no quedaba tanto tiempo y el tráfico era imprevisible. Por otro lado, teníamos la tarjeta de la Guest House ¿si conseguíamos llamar nos ayudarían?

La cosa no fue del todo simple pero se solucionó. En un primer momento la cuestión de la llamada se arregló gracias a que los teléfonos públicos del aeropuerto de Yangon no son de pago (pero solo admiten llamadas de ámbito local). Así, no tuve problemas de cambio. El recepcionista del hotel, por su parte hablaba bastante bien inglés, y después de explicarle la situación y que el regalo olvidado era para mi sobrinita, no tuvo problemas en enviar a un empleado al aeropuerto, al que nosotros le pagaríamos el taxi de ida y vuelta.

No obstante, y aunque el empleado vino con el teléfono móvil de su jefe y yo tenía el número para llamarle y estar al tanto de por dónde andaba, el chico no hablaba nada de inglés, y yo nada de birmano así que no tuve más remedio que tratar de asomarme a la cristalera del aeropuerto a ver si lo veía llegar. En cuanto lo vi bajar del taxi, reconocí antes la bolsa de plástico que al porteador, me fui a la zona de seguridad. Quedaba la prueba más difícil.

Aproveché un momento en el que no había mucha gente pasando por el arco de seguridad para entrar al aeropuerto para pedir permiso y salir a recoger un paquete que me traía un birmano… todo muy “sospechoso”. El policía no quedó muy convencido pero yo le enseñé el pasaporte y el billete de avión y le dije que para volver a pasar me sometería al arco de detección de metales otra vez, así que no tenía nada de que preocuparse. Me dejó pasar.

Después del intercambio con el empleado de la Cherry Guest House, y de pagarle el taxi de ida y vuelta, volví a pasar al aeropuerto sin problemas y con cierto tiempo de margen aún para facturar. Con el pago, de todos modos, descubrí que el precio para los birmanos del taxi centro-aeropuerto, o viceversa, es solo de 2500 kyats, ya que solo tuve que pagarle 5000 kyats, mientras que el mismos trayecto, a los turistas les sale por 6000 kyats. Y eso que para que los taxistas no te estafen compras un cupón en las oficinas de viajes que después entregas al taxista… ya te estafa el gobierno directamente.

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El caballito para mi sobrina.
El que compramos para nosotros es igual pero en blanco y azul.

Hasta aquí nuestro viaje a Myanamar. Nos quedaba volver a pasar la noche en el aeropuerto de Kunming, repetir lo del visado especial de 24 horas para el transito y llegar a Japón un día más tarde. Eso sí, como esta vez conocíamos los servicios del aeropuerto de Kunming, íbamos preparados con algo de comida, agua, y sobrecitos de café y té instantáneo, ya que en los aeropuertos chinos (tanto Kunming como Shanghai) además de fuentes de agua fría, también hay fuentes de agua caliente.

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2 thoughts on “El caso de los caballitos

  1. M. Ángeles Cortés

    Uf! Vaya agobio con el olvido y espera de los caballitos. Menos mal que se solucionó.
    Y para este próximo viaje tienes que publicar más al día.

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