Cruzando el río y un poco más al norte que Mandalay está el pequeño pueblo de Mingun, al que fuimos de excursión el tercer día de nuestra estancia en Mandalay. En Mingun está lo que habría sido la estupa más grande del mundo si se hubiera terminado pero lo que más nos gustó fue la pagoda blanca.

Para ir a Mingun se puede hacer en barquito, cruzando el río Ayeyarwadi, o por carretera vía Sagaing. Nosotros elegimos la primera opción. El ferry se toma al final de la calle 26 y fuimos andando desde el hotel. Fuimos con bastante tiempo porque según la guía se pueden llenar los barcos, pero aunque había turistas, tampoco eran muchos. También llegamos a tiempo de ver el récord del viaje: ¡una familia de cinco completa en un ciclomotor!

La travesía dura más o menos una hora a la ida, cuando se remonta el río, y solo 45 minutos a la vuelta, cuando se va a favor de la corriente. En si misma, no es especialmente atractiva ya que el paisaje es más bien monótono y el río Ayeyarwadi es marrón por el barro. De todos modos, al acercarse a Mingun es inevitable fijarse en la base a medio construir de la Mingun Paya, de tamaño colosal, así que vale la pena.

Al bajar del barco en Mingun, te reciben un grupo de conductores de carros de bueyes que se ofrecen a llevarte a los lugares de interés, tal y como hacen los carreteros de Inwa, pero aquí no vale mucho la pena porque Mingun consta básicamente de una calle casi recta que hay que recorrer de arriba a abajo. Imposible perderse. Como anécdota, cabe decir que el día antes de ir a Mingun había tenido lugar la primera jornada de la Liga española y un carretero que intentaba venderme sus servicios de taxi, al averiguar que era de Barcelona, me dio el resultado y los goleadores del partido, y eso que había sido un 7 a 0 contra el Levante.

Sin más empezamos a recorrer el primer tramo en zig-zag de la calle y después de ver algunas cosas pintorescas, como una estación de policía-cabaña, y de comprar una marioneta caballo para mi sobrina Flavia, llegamos a lo que creíamos el plato fuerte de la visita: la Mingun Paya.

La base de la Mingun Paya, lo único que se pudo terminar antes de fallecer el rey Bodawpaya en 1819, es impresionante por su tamaño e imaginar como habría sido terminada quita el aliento. Estoy convencido de que si se hubiera acabado, ahora sería famosa en todo el mundo. Por otro lado, el tamaño de los dos leones o chinthe (también incompletos) que iban a custodiarla, tampoco es nada desdeñable, a tenor de sus enormes cuartos traseros, que es lo que queda de ellos en ruinas. Para visitar la pagoda hay que pagar una entrada que va directamente a la dictadura birmana, con lo que si no quieres colaborar con el gobierno, puede colarte con simplemente rodear la base de la estupa y entrar por la parte de atrás, en la que no hay nadie.

Seguramente la construcción de esta estupa era un delirio del rey Bodawpaya, que no se continuó tras su muerte, pero además, parece que en Mingun les gusta todo lo que es enorme y, por ejemplo, además de la Mingun Paya y sus chinthe, también hay una huella del pie de Buda (en el interior de Settawya Paya) de más de un metro de largo y una campana gigante de 5 metros de alto y 90 toneladas de peso…

Sin embargo, todo esto palidece al lado de la brillante y blanquísima Hsinbyume Paya, que es la pagoda que más nos gustó hasta ese momento.La pagoda de Hsinbyume es una representación del cosmos budista, al estilo de Sulamani Paya, y destaca por sus siete terrazas que la rodean. La verdad es que no sé qué más puedo decir porque no sé cómo hacerle justicia.

A la vuelta de la ruta turística tomamos un té de Myanmar al lado del río que estaba buenísimo y por primera vez, pudimos ver y grabar como se prepara.

La marioneta para mi sobrinita

Al volver de Mingun la travesía se hizo cortísima, solo 35 minutos, y desembarcamos en el muelle de la calle 26 poco después de la una y media del mediodía. Aquella noche salíamos hacia el lago Inle, pero teníamos hasta las 18:00 más o menos para ver alguna cosa más o meternos en alguna aventura…

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