Las tres capitales antiguas, III: Amarapura

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En los alrededores de Mandalay hay tres enclaves que a lo largo de la historia han sido capitales de Birmania: Sagaing, Inwa y Amarapura. Digo enclaves porque en el caso de Inwa, en la actualidad no llega ni a media aldea, y solo quedan antiguos templos y ruinas. Hoy, en esta tercera parte, os explico que hay en Amarapura y el regreso al centro de Mandalay.

A Amarapura ya habíamos ido el primer día nada más llegar para ver el puente de U-Bein al amanecer y el trasiego de monjes y otras gentes, y esto nos sirvió como marco comparativo. Así, el bucólico puente de teca de las mañanas, se convierte los domingos en una gran atracción colorida, llena de familias que pasean, chiringuitos, puestos de comida y carritos de helados con la musiquilla de los Angry Birds a modo de reclamo, por ejemplo. De hecho, los Angry Birds estaban por todas partes en camisetas, juguetes, peluches y otras cosas.

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Enfrente del puente, hay una pagoda de la que no sabemos el nombre, en la que vimos a un buda sedente vestido con un extraño ropaje amarillo.

Sin embargo, lo más interesante en Amarapura para nosotros era ver el complejo de Maha Ganayon. Encontrar la entrada nos costó lo suyo ya que está bastante escondida y tuvimos que preguntar, pero ¡menos mal que lo hicimos! porque nos resultó fascinante.

El complejo se parece a una pequeña ciudad a escala, en la que viven y estudian un montón de monjes. Pudimos recorres el lugar a nuestro antojo, viendo como los monjes se lavaban, barrían, hacían la colada o tomaban clases de sánscrito. Además, nos encontramos al monje que habíamos conocido el día anterior en el puente. Toda la visita la hicimos totalmente solos, ya que los turistas solo suelen acercarse a la hora de la comida de mediodía para ver como cientos y cientos de monjes comen en absoluto silencio.

La visita a las tres capitales terminó aquí porque cuando fuimos al monasterio de Bagaya Kyaung, ya estaba cerrado al público. Del camino de regreso, cabe destacar que vimos un partidillo de futvolley birmano, en el que usan una pelota hueca hecha de algo parecido al mimbre, y que me pareció espectacular.

Cuando llegamos al hotel, le preguntamos a Zinko donde podíamos comer un plato que queríamos probar de sopa de fideos con pollo y leche de coco, y nos dijo que sería muy complicado, porque se trataba de un plato de desayuno y no para cenar, igual que sucede con el mohinga. Sin embargo nos instó a probar suerte en el mercado de la calle 26, y aunque no la hubo culinaria, no fue un viaje en balde, ya que pudimos ver el mercado nocturno de libros viejos.

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En el mercado había libros de todo tipo, pero los que más nos llamaron la atención fueron los libros de texto birmanos, algunas novelas de Star Wars o 007 en birmano también, y varios métodos para aprender lenguas extranjeras.

Para terminar, aprovechamos para sacar dinero en uno de los primeros cajeros que encontramos en Myanmar, y compramos leche condensada para poder preparar té de Myanmar en casa a nuestro regreso a Japón. También cenamos en el mercado, donde, mientras Amaya eligió un normal pollo asado, yo me lancé a por un curry de carne de caballo. Lo divertido fue que, cuando el camarero me dijo que era equino, y ante la pésima pronunciación del inglés de los birmanos, quise asegurarme de que lo había entendido bien, y le pregunté al camarero si era caballo mediante una lucida imitación del resuello de un caballo, de esas de moflete bailongo.

Al llegar al hotel, pudimos ver Eindawya Paya iluminada.

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