Amanecer en Mandalay

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Mandalay_Ubein

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Después de nuestros tres días en Bagan fuimos a Mandalay, la segunda ciudad más grande de Myanmar y que fue la capital durante la ocupación británica. Nuestra experiencia en Mandalay fue fantástica. Callejeamos, visitamos lugares bonitos, fuimos testigos del fervor religioso de los birmanos y nos mezclamos con los monjes en sus “conventos”.

La llegada aun así, fue un poco accidentada y eso que el autobús que nos habían reservado los hermanos del Bagan Beauty Hotel era mucho mejor que el primero, con asientos más reclinables, la TV a menor volumen y el aire acondicionado a una temperatura humana. Y además no nos dejó tirados.  El problema fue que el viaje se nos pasó volando, profundamente dormidos, y a las 3:45 AM cuando llegamos no sabíamos dónde estábamos.

Por suerte, después de que Amaya se despertara con el trajín de los pasajeros que querían bajar, vimos por la ventanilla a un “mototaxista” con un cartel del hotel AD-1, que sabíamos que estaba en Mandalay. Por fin sabíamos dónde estábamos, pero ¿era Mandalay la última parada? Observamos a muchos pasajeros relajados y tranquilos que no hacían nada que nos hiciera pensar que bajaban allí con lo que nos dio un poco de miedo que el autobús siguiera y pasarnos, así que bajamos a toda velocidad.

Medio acarajotados todavía, y después de recoger las almohadas cervicales y demás cosas de cualquier manera, negociamos unas motos hasta el hostal: 2.000 kyats/persona.

Mandalay es una ciudad, pero eso no quiere decir que no hubiera caminos de cabras… El trayecto duró unos 20 minutos y como primeras cosas curiosas vi por ejemplo una tienda de “iApple”. En el hotel nos tocó negociar porque estaba lleno y solo pudimos conseguir una habitación con aire acondicionado o desayuno, no las dos cosas. La primera que quedó libre no tenía climatización, por lo tanto, desayunamos todos los días.

Mahamuni Paya

Para los que piensen que llegar a las 3:45 AM a una ciudad es una putada, no les voy a decir que no, pero en el caso de Mandalay es mejor que sea así, sobre todo si se tiene poco tiempo, ya que hay un par de las cosas turísticas más importantes de la ciudad que hay que visitar antes y durante el amanecer.

Contratamos a los mismos “mototaxistas” que nos habían llevado al hotel para que nos llevaran a Mahamuni Paya y al puente U-bein de Amarapura.

En Mahamuni Paya cada día antes de que salga el sol, más o menos entre las 4:00 y las 5:00, y durante una hora, los fieles cubren al Buda de pan de oro y los monjes le lavan y bruñen la cara.

07 Mandalay 012 Mahamuni 4 Buda con fieles y monje

El fervor con el que los fieles rezan y luego veneran a los monjes que custodian al Buda es increible, llegando algunas señoras a besar los pies de los monjes mientras estos se retiraban pasando por encima de un camino tapizado con los chales y bufandas o pañuelos de los feligreses. Es un espectáculo digno de verse.

También es destacable la gran cantidad de gente que hay, todos con sus ofrendas de frutas, dulces y otros alimentos, de modo que para poder observar la ceremonia de pulido, hay instaladas pantallas gigantes de televisión por el templo.

07 Mandalay 015 Mahamuni 6 Ofrendas

Por último, el pan de oro se vende en unos sobrecillos del tamaño de los de azúcar, de color rojo y con los bordes blancos. Se pueden comprar en el templo mismo y en el barrio de los orfebres pero en algunos templos avisa que no se puede usar pan de oro no oficial comprado a particulares, quizá porque en ese caso existe el riesgo de que sea falso o por afán recaudador, no sé.

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El Buda de Mahamuni en 1901 (sin pan de oro) y en 1935.

07 Mandalay 022 Mahamuni 11 El Buda en 1984 y 2010

El Buda de Mahamuni en 1984 y 2010.

El puente U-Bein

El puente U-Bein en Amarapura es el puente de madera de teca más largo del mundo y mide 1,2 kilómetros. Hasta allí fuimos a toda velocidad para llegar a tiempo de ver el amanecer aunque llegamos cuando ya terminaba de alzarse el sol. A pesar de llegar un pelín tarde para ver el cielo rojizo, no lo era para ver el ir y venir de personas cruzando el puente, que a esas horas son mayoritáriamente monjes.

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El puente es largo y está transitado pero su estado de conservación es poco mejor que precario. Muchos tramos carecen de barandillas y algunos clavos sobresalen. Por otro lado, el puente no cruza recto el río Ayeyarwadi, sino que a medio camino más o menos gira hacia el sur.

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Allí conocimos a un monje muy simpático que amartillaba los clavos que iba encontrando salidos y que me dijo que él y yo eramos iguales, calvos y con gafas. Por lo visto mi barba o que las gafas fueran de sol no tenía importancia para él, je je je. También vimos a un pescador nadando en paralelo al puente mientras comprobaba las capturas de la noche en una red larga y finísima, todo ello mientras “disfrutábamos” de la compañía de una perra callejera que nos seguía.

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Durante el tiempo que estuvimos por el puente nos llamó la atención ver a gente que lo cruzaba montado en bicicleta, aun con el riesgo evidente de caer al agua por la falta de barandillas. Otras personas lo cruzaban con grandes fardos en la cabeza.

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Para terminar, cuando ya volvíamos atrás en busca de nuestros motoristas, vimos como los chiringuitos de la ribera del río se empezaban a preparar para la jornada y lavaban los manteles… en el agua del río, que no se puede decir que estuviera muy limpia precisamente. Después de eso, y de comernos un par de samosa a 50 kyats/u regresamos al hotel.

La guía de viaje

Al llegar al hotel y mientras negociábamos con los motoristas la excursión del día siguiente nos dimos cuenta de que ¡habíamos perdido la guía de Myanmar! O eso pensábamos.

Creíamos que al bajar tan a prisa del autobús se había quedado en el bolsillo del asiento delantero y mi motorista (del que ya hablaré más adelante pero que se llamaba Zinko) me llevó al parking de los autobuses. Allí con ayuda de sus contactos, localizamos al empleado que había aparcado el autobús y guardado las llaves y amablemente nos acompañó hasta él mientras cruzábamos un descampado que parecía más bien un pequeño vertedero.

Subí al autocar y lo registré a fondo, pero no hubo suerte. Además de quedarnos sin guía el ir y venir a la cochera nos había costado 2000 kyats más, y el único rédito que le había sacado al viaje eran los videos y fotos que saqué del tráfico en Mandalay.

Al regresar al hotel, sin embargo, descubrimos que aún adormilados y medio atontados, cuando habíamos bajado en la estación de autobuses, sí habíamos guardado la guía en la mochila de Amaya sin ni siquiera darnos cuenta o recordarlo.

Bueno, y hasta aquí el amanecer en Mandalay. En la siguiente entrada os contaré que hicimos a partir de las 9:30 AM después de descansar un poquito en el hotel.

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