Lluvia en el monte Xi

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La llegada a Kunming fue algo desalentadora por algunas de las circunstancias que la rodearon. Básicamente, después de consultar horarios y precios de los trenes y autobuses, la sensación era que los precios para hacer turismo eran de país rico, pero las infraestructuras, horarios y servicios eran de república bananera. Todo ello hacía que organizar el viaje fuera un dolor de cabeza ya que no podríamos cumplir con el plan que traíamos de casa. A pesar de todo, alguna cosa buena también nos había ocurrido, como habernos encontrado dos chicas francesas que iban al mismo hostal que nosotros en la cola del autobús del aeropuerto y haber podido compartir un taxi que, además de llevarnos puerta a puerta, significó un importante ahorro. Sin embargo, el desayuno en el hostal volvió a sacudirnos y a ponernos de mal humor. Primero se olvidaron el desayuno de Amaya y cuando reclamamos, pasado ya bastante tiempo, en vez de tortilla le trajeron huevos duros.

El clima tampoco nos ayudó el primer día y Amaya se resfrió porque su chubasquero North Face cala. Yo por mi parte, llevé un poncho de plástico que habíamos comprado en un todo a 100 yenes de Japón y me fue perfecto… Por suerte, lo que nos contó un bilbaíno que encontramos en el hostal y que llevaba 10 años viviendo en Yunnan, no se cumplió, ya que a pesar de sus augurios, no llovió todos los días. Eso sí, en las noticias habíamos visto las inundaciones que había habido esos días en Kunming, y los ánimos los teníamos un poco tocados.

¡Condonman anda suelto!

¡Condonman anda suelto!

Sobre el planning original habíamos cambiado de un día en Kunming a dos, así que el primero lo dedicamos a la excursión más dura: el monte Xi y la Puerta del Dragón. Con el problema del desayuno, del hostal salimos más bien tarde, pero se compensó porque no tardamos los 100 minutos que decían en el hostal. Para ir, tomamos el autobús número 54 hasta la última parada, y de allí el autobús número 6 también hasta la última parada. Realmente fácil y barato, 4 yuanes (0,50 €) por persona y tardamos más o menos 70 minutos.

Una vez allí, éramos los únicos turistas, así de mal estaba el tiempo, y solo había una conductora de minivan. Por eso, no pudimos negociar mucho el precio y al final nos llevó a la puerta Sur del parque por 30 yuanes (3,80 €). La puerta Sur no es la puerta principal del parque del monte Xi y la señora nos dejó allí porque era la que más le convenía a ella; dejó a dos abuelas a medio camino, y ella se quedaba allí, pero aún sin saberlo, no resultó nada mal la cosa. La puerta Sur es la que está más elevada de todas, en uno de los extremos del parque, lo que nos permitió hacer más o menos toda la excursión de bajada.

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Después de entrar por la puerta sur y recorrer las montañas nubladas, llegamos a una bifurcación. A la derecha la atracción principal, la Puerta del Dragón, y a la izquierda el Pequeño Bosque de Piedra. Como no teníamos intención de ir al Bosque de Piedra real, fuimos un ratillo a la izquierda, aunque llovía, para pasear entre los árboles, la bruma y las rocas de formas caprichosas. Cuando ya tuvimos suficiente, y teniendo en cuenta que ese tramo había sido de descenso, dimos media vuelta hasta regresar al cruce y tomamos el sendero hacia la Puerta del Dragón.

Desde allí, el camino sube hasta el punto más alto del parque, en el que hay una construcción muy mediocre pero que si hace buen tiempo, ofrece unas vistas, suponemos que espléndidas, del lago Dian. Lástima que nosotros solo pudimos ver una espesa mancha blanca. Por suerte, en ese punto dejó de llover, aunque para Amaya ya era tarde. De camino al complejo principal, la señalización, hasta ese punto apenas existente, mejoró y aumentó mucho.

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El camino hacia la Puerta del Dragón fue muy interesante, incluidas las grutas que hay que cruzar casi al final para llegar, los textos azules y rojos grabados en la piedra, y la Puerta en sí misma, a pesar de ser pequeña, nos encantó, mientras que el templo que hay medio colgado de la montaña es muy interesante. El paisaje por su parte, es típico de una postal o un cuadro chino de esos en blanco y negro tradicionales.

Desde la Puerta fuimos descendiendo, de nuevo bajo la lluvia, recorriendo todos los pabellones y templos hasta llegar al final. En medio del camino, no obstante, hicimos una parada para comer un poco. Tomamos un par de tortitas rellenas de algo dulce y un triángulo de una masa frita con vegetales sin identificar. En total 11 yuanes (1,40 €). Durante este descanso, Amaya aprovechó para secarse y quitarse un jerseicito de punto que llevaba y que estaba completamente empapado.

Como curiosidad, en el pabellón contiguo al que usan de restaurante/chiringuito, había otro más pequeño con fotos de famosos, famosetes y vete-tú-a-saber-quién, en sus visitas a la Puerta del Dragón. Por ejemplo, la Reina de Inglaterra, categoría 1, el Presidente del PCCh, categoría 2, y una presentadora de televisión suiza, categoría 3, de la que ni siquiera estaba el nombre…

Después de recorrer todos los pabellones en un camino descendente, salimos por la puerta de la Plaza central, una de las principales del complejo. De allí, sin embargo, aún teníamos cuatro kilómetros andando hasta Gao Yao, que es donde nos había dejado el autobús número 6 y teníamos que volver a cogerlo para regresar.

Entre el complejo y Gao Yao hay dos templos interesantes, Taihua y Huangti, que nos venían de paso y fuimos hacia ellos. No obstante, cuando llegamos al primero ya estaba cerrado. De Taihua a Huangti fuimos por el antiguo camino de montaña, más corto que la carretera nueva, pero que tiene más escaleras, subidas y bajadas (pobres lumbares de Amaya). Cuando llegamos a Huangti, entramos como si tal cosa, pero una señora de la limpieza nos echó porque no habíamos pagado la entrada. La verdad es que no nos apetecía pagar más, así que salimos y continuamos el descenso. Curiosamente, sin embargo, la siguiente entrada estaba entornada pero sin vigilancia ni taquilla, así que nos metimos por allí. Creo que es un templo bastante bonito pero se nos hacía tarde y no lo pudimos ver en profundidad.

Finalmente, desde el último tramo del trayecto hasta Gao Yao, y con menos niebla, pudimos ver las vistas hacia la ciudad de Kunming, que vive una auténtica fiebre constructora. Del trayecto de regreso en bus, lo único destacable es en Gao Yao no teníamos suelto para pagar el autobús, y una chica a la que le pedí cambio, nos dio los 2 yuanes del billete sin aceptar mi billete de 5, así que medio recorrido nos salió gratis. Como si hubiera que compensar al destino de algún modo, del 54 nos bajamos una parada antes por error… ¡argh! Estábamos molidos.

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