Picoteando en Bergmannstraße

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Este fue el primer viaje del año y también el primero que hice con mis padres al extranjero. Fuimos al aeropuerto con mucho tiempo y lo único destacable fue que en el control de seguridad, a mis padres les cachearon exhaustivamente, mientras a mí, a pesar de la barba yihadista que decía mi padre, nada de nada. Con Vueling la verdad es que el vuelo fue muy bien pero los pasajeros eran un poco raros. Fue la primera vez que vi a alguien levantarse a hacer cosas cuando ya estábamos en la pista de despegue ¡y en dos momentos distintos! Uno de los bergantes, que estaba sentado justo a mi lado, me hizo levantar a mí también, que tenía pasillo, para salir con lo que de rebote, yo también me llevé la bronca de la azafata que vino como una flecha a decirnos que nos sentáramos. Pero el tío, tan campante, hizo lo que “tenía que hacer” y se cambió de asiento. Por su parte, el otro ectoplasma se levanto a coger una botella de agua del compartimento superior. Supongo que estaría deshidratado…

Compañeros de viaje

Compañeros de viaje

Llegamos al aeropuerto de Tegel sin problemas y me pareció un aeropuerto casi tercermundista. Al menos la primera impresión. Los planes para el primer día eran ir al hotel a dejar las maletas y salir a dar una vuelta y a cenar, seguramente en Bergmannstraße.

El hotel estaba muy bien por el precio que pagamos, una oferta de Internet, y la habitación no estaba nada mal. Además, en la almohada había ositos Haribo de bienvenida. Sin demorarnos demasiado salimos para ir a Bergmannstraße en metro. 

Se supone que tenían que ser cuatro paradas y los transbordos, pero fue peor ya que después del primer transbordo, cuando íbamos hacer el segundo, el metro no funcionaba en la dirección que teníamos que tomar y tuvimos que subir a un autobús sustituto. Con nuestro precario alemán tuvimos que preguntar dónde bajar, afortunadamente acertamos. Por cierto, durante el primer transbordo en Möckernbrücke tomé un pretzel de mantequilla. Estaba riquísimo, con el puntito de sal justo y el sabor de mantequilla al final (1€). Llegamos a Gneisenaustraße.

01 Berlin 008 Cap a Bergmannstraße

En Bergmannstraße había un montón de restaurantes, pero ninguno alemán (turcos, japoneses, tailandeses, vietnamitas, indios, italianos, etc.). Cuando ya terminaba la calle, y un poco decepcionados, vimos una tocinería a través de una cristalera y resultó ser el mercado Marheineke, en el que también hay puestos para comer. Encontramos un puesto de currywurst original y después de dar una vuelta, sobre las 6:00 de la tarde, picamos un par de salchichas y una ensalada de patata. Para beber Erdinger Kristall. Total, 5,60 €. Las salchichas no estaban mal, pero lo que más me llamó la atención es que tenían una máquina para cortarlas en rodajas. Después, todavía con un poco de hambre, nos comimos unos bocadillos de arenque curado/marinado del local de al lado. Había dos tipos para elegir: matjenbrötchen (salado) o Bismarkbrötchen (agridulce); nos decidimos por el primero. Tres bocadillos y una Erdinger Weißbier, 8,28€. Como colofón a nuestra cena improvisada, tomamos dos pedazos de tarta de manzana y pasas que estaba buenísima. 2,30€ cada pedazo.

Volvimos al hotel, y vimos que el metro que no funcionaba solo iba a estar parado cinco días, pero curiosamente nos había pillado en medio del viaje. Las obras planeadas eran del 14 al 18 de enero, y nosotros íbamos a estar del 16 al 20. Sobre transporte, cabe decir que nos movimos con una Kleingruppen Tageskarte de 16,90€, que da acceso ilimitado a todo los medios de transporte municipal hasta las 3:00 de la mañana para grupos de hasta cinco personas. A nosotros, para ir del aeropuerto al hotel y después del hotel a cenar y volver, ya nos salía a cuenta.

En el hotel, y con el iPhone y el Wi-Fi, hice el registro para visitar el Reichstag al día siguiente.

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