*** Escrito en noviembre de 2006 ***
En Dublín hay una atracción turística de primer nivel que es la Guinness Storehouse, que para la Gloriosa fue como la Fábrica de Chocolate para Charlie. ¿Cómo es? ¿Qué pasó?
Respecto a nuestro alojamiento, la Guinness Storehouse se encontraba en la otra punta de la ciudad. Así que la visita turística fue diseñada para que terminara allí. Una vez allí, el primer obstáculo a sortear era el elevado precio que cuesta la entrada, y con ese propósito usamos nuestro tradicional encanto para conseguir un sustancial descuento gracias entre otras cosas, a un malagueño que estaba vendiendo entradas y a nuestra promesa de cantar en el Gravity Bar, situado en la séptima planta. La visita transcurrió por su cauce normal hasta que llegamos allí.
La visita
En la planta baja, nada más entrar, está la sala de los cinco ingredientes, a saber, agua, cebada, lúpulo, levadura… y el quinto elemento, el señor Arthur Guinness mismo. Se sigue el recorrido por la primera planta donde se explica el proceso de elaboración y se pueden ver documentales sobre la manufacturación de barriles a mano. La planta está decorada con alambiques y barriles.
Cascada que hay a la entrada para representar el primer ingrediente, el agua.
La segunda planta está dedicada a la publicidad sobre Guinness y se pueden ver numerosos anuncios que ya han alcanzado la altura de clásicos como los del slogan “My Godness, My Guinnes!”. La sala esta decorada con el tucán de Guinness. De aquí se pasa a la tercera planta, antes de lo cual se puede hacer una primera degustación de media pinta por sí ya se esta sediento.
Paradinha a media escalada
La tercera planta es muy curiosa ya que, obligados por el gobierno, trata de los efectos del alcohol y de combatir su consumo!!! Supongo que es por eso que esta planta siempre está medio desierta…
La cuarta planta nos muestra como una simple planta de fermentación se convirtió con los años en la sede de una de las marcas de cerveza más famosas del mundo. También incluye un tablón gigante donde los visitantes pueden dejar sus mensajes y que fue debidamente decorado por los maestros pictóricos de la tuna.
Finalmente el museo termina en la quinta planta donde hay un bar en el que puedes servirte tu mismo y de este modo aprender como se tira una Guinness a la basura, ya que habitualmente la primera Guinness que pones nunca te queda buena.
El Gravity Bar
Después de recorrer la fábrica-museo, llegó el momento de saldar la deuda adquirida y cantar unas canciones.
Hay que comentar que en el Gravity Bar, y para evitar aglomeraciones, solo se puede tomar la pinta que te regalan cambiando la arandela adjunta a la entrada y que de ninguna manera se puede beber más ya que no se pueden pagar más copas. Pero claro, si se trata de la Gloriosa siempre hay una excepción y es que a cambio de nuestras canciones tuvimos barra libre y pudimos quedarnos todo lo que quisimos.
Vistas desde el Gravity Bar que es un espacio panorámico
Primero fue el manager Michael quien nos puso las primeras pintas sin que tuviéramos que usar nuestras arandelas. Luego de una canción otra ronda ya estaba esperándonos en la barra, servida magistralmente por Jaume, un mallorquín que más adelante nos salvo la vida. También nos sirvió una ronda la Jefa, con la que a las seis en punto cantamos Molly Malone.
Primera actuación en el Gravity Bar.
La actuación fue completándose cada vez más con bailes de pandereta, canciones de solista, canciones en inglés, etc., que animaron tanto a la clientela como al personal y que nos valió una invitación para volver cuando quisiéramos, ¡Y quisimos muy pronto!