Ese día teníamos por delante dos vuelos y cuatro horas de conexión en el aeropuerto de Port Vila para llegar a Luganville, en la isla de Santo (Vanuatu). Madrugamos, más de lo necesario, y pasamos el tiempo como pudimos.

Nos levantamos a las 6:20 porque el taxi pasaba a recogernos a las 6:45. Yo pensaba que era muy temprano y cuando a las 7:30 llegamos al aeropuerto de Suva, que parece de juguete de lo pequeño que es, se confirmaron mis sospechas, ya que el avión no salía hasta las 10:00 AM. No obstante, la espera no se nos hizo larga.

Las cabinas fijianas tienen todas esta especie de “horca” que es un componente del mástil de los barcos típicos

Primero facturamos después de asegurarnos de que el vuelo de Fiji Airways era el mismo que el nuestro de Air Vanuatu (se trataba de un código compartido) y a pesar de hacerlo muy temprano y ser solo los terceros en facturar, presumiblemente con el avión todavía “vacío”, la señora del mostrador nos puso separados, asientos 11D y 12D. El colmo es que al subir al avión, los asientos 11F y 12F se los habían asignado a una chica con un bebe, en uno, y su otro hijo de 4 años en el otro… Evidentemente nos cambiamos con ellos, nosotros a la fila 11 y la familia a la 12. Craso error, ya que habría sido mejor dejarles a ellos la 11 y ahorrarme así todas las patadas que el niño dio a mi asiento.

El mostrador de facturación, solo hay uno

Después de facturar y para hacer tiempo, nos sentamos cerca de la puerta del aeropuerto para ver a la gente que llegaba, algunos con enormes fardos, y otros con familias más que numerosas. Así nos dieron las 9:00 y fuimos a pasar los trámites de seguridad e inmigración. En el control de metales pité, sin saber por qué, y me hicieron vaciar toda la mochila. No sabían lo que era mi minitrípode de la cámara, ni tampoco para qué servía la pera limpia-objetivo.

Al llegar a la sala de espera, estaba completamente vacía y solo había dos locales comerciales que estaban cerrados: un pequeño duty-free que abrieron 15 minutos antes del embarque y una cafetería que quedó sin abrir.

Esperando el embarque

Al poco llegó nuestro avión, un ATR 72-600 de 68 plazas, sin fila 13 por cierto, y vimos cómo descargaban el equipaje del vuelo anterior. También vimos cómo los mecánicos abrían los motores, subidos a sus escaleras y con enormes cajas de herramientas, y hacían sus chequeos de seguridad y mantenimiento. Finalmente, sobre las 9:40 embarcamos, y ¡oh, aleluya! fue el primer embarque en mi vida en el que la gente siguió las instrucciones y se levantó de sus asientos según la azafata iba llamando, prácticamente, fila a fila del avión.

Dejando Suva atrás (vista aérea)

En el avión pasé el tiempo hojeando la revista de Fiji Airways y me quedé con la explicación del símbolo de la compañía: un diseño Masi. Por cierto, en el Museo de Fiji había una galería dedicada a la cultura Masi, concretamente la que contenía los trajes de corteza de árbol.

Por otro lado, también me pareció interesante la historia del nombre. Fiji Airways lo cambió a Air Pacific en 1971 para reflejar su rol regional después de las inversiones que distintos países de la zona hicieron en la empresa. Pero en 2003 volvieron al nombre de su fundación en 1951 para reforzar su papel como compañía aérea nacional de Fiji.

El desayuno

Y bueno, el aterrizaje en Port Vila, ya es cosa de la siguiente entrada.