Para visitar Roma utilizamos el Roma Pass, una tarjeta de transporte (34€) que incluye dos entradas gratuitas para atracciones romanas de pago. Tiene una duración de tres días durante los que se puede usar el metro, el autobús y el tranvía de manera ilimitada. En nuestro caso, los dos lugares elegidos para entrar gratis fueron el complejo Colosseo/Palatino/Foro (entrada combinada) y las Termas de Caracalla.
Por otro lado, en nuestro plan para el viaje a Roma, después del Vaticano, el segundo día era para ver la Roma imperial y el tercero para ver el centro. Sin embargo, un problema para entrar al Colosseo Flavio nos trastocó los planes, repartiendo las dos temáticas en diferentes días. Sin embargo, aquí las separo según la primera idea.
Roma, día 2: El Colosseo por fuera
Cuando llegamos al Colosseo poco imaginábamos los problemas que íbamos a tener por la manera de vestir. Nada más dirigirnos a la entrada, y después de felicitarnos por no tener que hacer cola gracias al Roma Pass, un individuo de seguridad nos dijo que no podíamos entrar con las guitarras. La cosa no era tan grave, ya nos habían hecho dejar los bártulos en la consigna del Vaticano, así que buscamos una solución. Encontramos a un vendedor de souvenirs que aceptó guardarnos las guitarras y bandurrias en su furgoneta durante el tiempo que durase nuestra visita por un par de euros.
La Gloriosa enfrente del Arco de Costantino
Desgraciadamente, lo de las guitarras solo había sido un pretexto, seguramente no pensaban que lo solucionaríamos, y ahora nos tenían que decir “la verdad”: no podíamos entrar “disfrazados”, una regla discrecional que convierte el concepto en cualquier cosa que el energúmeno de la puerta considere que no es vestir como él cree que es normal. Así, en la delirante retahíla de ejemplos que nos puso, incluyó: cualquier signo de la religión judía o musulmana (prohibido entrar al Colosseo con pañuelo o kipá por ejemplo); uniforme de policía o cuerpo de seguridad (si no están de servicio); uniforme de escuela privada; vestido de novia; kimono, yukata o ropa oriental en general; tribus urbanas… y en general, según él, cualquier cosa que signifique una “manifestación”. De nada sirvieron nuestros argumentos y lo que más ofendió al vigilante fue que hubiéramos podido entrar de tal guisa en el Vaticano, pero claro, como bien recordó en el siguiente diálogo surrealista:
Yo: Ayer nos dejaron entrar así al Vaticano.
Vigilante: Primero, el Vaticano es OTRO estado, no es Italia. Y segundo, claro que pudisteis entrar vestidos así (de tunos) en el Vaticano, ¿¡es que no habéis visto como viste el Papa!?
Yo: Entonces, ¿el Papa no podría entrar en el Colosseo?
Vigilante: ¿Vestido de blanco? ¡Por supuesto que no!
Nosotros: Claro, claro… (con voz de Jefe Wiggum).
Después del calentón y de recuperar los instrumentos discutimos un poco la jugada, mientras rodeábamos el Colosseo por fuera, y decidimos seguir el resto de la visita. Al día siguiente volveríamos sin el traje de grillo.
Roma, día 2: El monte Palatino y el Foro
Al monte Palatino accedimos por la entrada que hay en la Via di San Gregorio, y fuimos subiendo hacia el Hipódromo Domiciano cruzando Acqua Claudia. Del hipódromo queda poco, así que es un poco difícil hacerse a la idea de lo que representaba. A continuación visitamos la Domus Augustana y la Domus Flavia, ambas cerradas al público y solo visibles por fuera, y la Casa di Augusto.
Domus Augustana
Cabe decir que para entrar en la Casa di Augusto, la restricción en el vestuario es la misma que en el Colosseo, pero el señor de seguridad solo nos pidió que no tocáramos dentro y nos dejó pasar sin problemas. Por otro lado, lo que se puede ver son un par de estancias con mosaicos medio caídos, y a través de un cristal.
Casa di Augusto
Después de las tres casas, cruzamos hacia el norte, desde donde disfrutamos de las vistas hacia el Trastevere (al oeste) y el Vaticano (más hacia el noroeste). Para acabar, recorrimos los jardines del Orti Farnesiani, que en esa época del año no lucían mucho y enfilamos hacia el foro romano.
En el foro, uno tiene la sensación de estar en medio de una obra y, para mí, está mucho peor para la visita turística que las ruinas que he visitado en los países asiáticos. En general encontré que la zona no está acondicionada como debería, hay falta de información (acaso una treta para que alquiles la audioguía), adolece de itinerarios marcados y en definitiva, una cosa son ruinas y otra, escombros.
Por eso, lo que podría ser una gran visita a un pedazo de historia, queda deslucida. De todos modos, y a pesar de esta opinión, no creáis que no me gustó, ya que el Arco di Tito, la Basilica di Massenzio, la Biglitteria o Santi Cosma e Damiano son espectaculares.
Roma, día 3: el Colosseo por dentro
Como el segundo día nos habían impedido la entrada al Colosseo, no nos quedó más remedio que regresar al día siguiente vestidos de paisano. Así que sin más, allí nos dirigimos.
La visita al Colosseo tuvo los mismos problemas que la del Palatino y el Foro romano, si bien no se puede negar que el Colosseo es espectacular, podría estar mejor en cuanto a instalaciones se refiere. De allí, de nuevo en metro hasta Circo Massimo para visitar las Termas de Caracalla.
Roma, día 3: las Terme di Caracalla y el Circo Massimo
Las Termas de Caracalla por el contrario me parecieron una de las atracciones turísticas más bonitas de las que visitamos. Aisladas de la ciudad moderna por su enclave, limpias de escombros y fragmentos, y con pasarelas de madera para recorrer los natatorium por encima de los azulejos que se conservan, me parecieron magníficas y aunque en realidad no se conserva gran cosa de la estructura, la base de los pilares y los principios de algunos arcos dejan claro que tuvieron que ser espectaculares.
Luego, desanduvimos el camino por el Viale de la Terme di Caracalla hasta los restos del Circo Massimo, del que prácticamente sólo queda una huella, y después de un poco de turismo no imperial, volvimos a las andadas ese mismo medio día cuando visitamos el Foro Trajano que está al lado del Altare della Patria.
Bueno, hasta aquí la Roma Imperial, en la siguiente entrada sobre este viaje hablaré de la Roma de Audrey Hepburn y Gregory Peck.
___
Muy buen relato. Me imagino la escena; realmente cómica. También me imagino al Papa intentando entrar “disfrazado”.
Ya te digo. Aunque hubo cierta tensión cuando empezamos a llamarle racista…
Luego investigué y parece ser que había habido problemas con los “centuriones” romanos de la puerta que se metían dentro y acosaban a los turistas para pedirles dinero a cambio de fotos con ellos y también con un grupo de camisas negras que montaron un acto fascista y acabaron a palos contra la policía dentro del Colosseo. Por eso el énfasis de los vigilantes en lo de prohibir cualquier tipo de vestimenta interpretable como “signo de identidad” o “manifestación”.
¡Gracias por comentar!