Un oasis en Shāxī

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Cuando por fin llegamos a Shāxī vimos que el pueblo era realmente pequeño por lo que el enfado de llegar tarde se mitigó un poco. Después de un par de vueltas nos decidimos por el hostal Horse Pen 46. Shāxī era un oasis de la ruta del té, que se hacia a caballo, y por eso nos pareció tan apropiado alojarnos en un hostal que son unas antiguas caballerizas remodeladas. Está en la plaza del mercado, el enclave más céntrico del lugar.

Como decía, la parte del pueblo que se visita es muy pequeña, pero es también muy curiosa y bonita. Nosotros empezamos a verlo esa misma tarde en la que llegamos y salimos por la puerta del Este para cruzar el puente Yùqīn Qiáo y poner los pies en un tramo del auténtico camino de la caravana del té. Después de desandar nuestros pasos, recorrimos la calle Sideng desde la plaza del mercado dejándonos tentar por todos los callejones. Los edificios son mayormente de madera, de una o dos plantas y destacan sobre todo por sus puertas labradas y retablos. Por la calle es normal ver caballos, turísticos por supuesto, y algún que otro carro. Finalmente, cabe decir que las casas que encontramos a medio construir o restaurar, lo eran con un respeto absoluto a la arquitectura local.

Shāxī es un pueblo fotogénico, o al menos así lo creo, y quizás por eso vimos a tantos estudiantes dibujando por sus calles. No puedo precisar la edad exacta de los chicos y chicas pero parecían de instituto.

Cerca de la plaza del Mercado, en la entrada de la calle que lleva a la Puerta del Sur, tomamos un refrigerio en un local llamado Woodfish, pequeñísimo y en el que todo lo hacía una sola señora que parecía cocinar muy bien, aunque desgraciadamente no pudimos probar su comida porque siempre que fuimos o estaba lleno o no era la hora apropiada. Después del aperitivo fuimos a un restaurante vegano recién inaugurado, Angel’s Kitchen, en el que cenamos: ensalada variada con frutos secos, fideos con vegetales, que estaba muy sosos, y empanadillas chinas de verduras, que estaban muy buenas, acompañadas de una salsa ligeramente ácida. En total nos costó 57 yuanes (7,46€). Visto ahora, creo que cenar en Woodfish hubiera sido mejor.

Después de cenar dimos un paseo por el centro y vimos que Shāxī de noche es tan bonito como de día. El ambiente es muy agradable y los locales están iluminados con gusto, no así las calles, lo que hace imprescindible moverse con linternas. Por otro lado, como lugar turístico no parece ser del interés de los chinos, así que la mayoría de turistas eran occidentales. Supongo que los tour-operadores chinos aún no han incluido Shāxī en sus rutas masificadas. ¡Menos mal!

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Vista nocturna del Sāncénglóu

Al día siguiente nos levantamos con la idea de tener un día tranquilo, pero acabamos haciendo trekking y fue uno de los días más cansados del viaje. Pero eso lo contaré  en la próxima entrada. De momento termino con el turismo en Shāxī.

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La plaza del mercado y el Sāncénglóu

Después de un desayuno tradicional, con leche fresca recién ordeñada y simplemente hervida al momento, y un par de tortas de maíz, fuimos al templo Xīngjiào. La entrada cuesta 20 yuanes (2,60€) y quizá el templo no los valga. Sin embargo, como el importe sirve para el mantenimiento de todo el centro histórico, he de decir que los pagamos muy a gusto. El templo en si, es todo de madera, tiene cierto encanto y es en parte un museo. Al salir cruzamos la plaza del mercado pero no pudimos entrar en Sāncénglóu. El teatro de tres terrazas, único que se conserva en la región como muestra del arte tradicional, estaba cerrado y no sabemos el porqué.

Terminamos la visita turística con la casa Ōuyáng, una vivienda privada en la que tres familias comparten un patio central cerrado por su cuarto lado con un muro y que es la estructura comunal más típica de la zona. La entrada que antes costaba 4 ayunes, había subido hasta 10 yuanes (1,30€) y solo entró Amaya, mientras yo me quedé en el patio de vecinos.

La verdad es que habíamos visto todo lo que había para ver y solo eran las diez de la mañana. Por eso pensamos alternativas y como ir ya hacia Lijiang era bastante complicado, nos decidimos por subir al monte Shíbǎo, y a hacerlo a pie.

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