Subiendo al monte Shíbǎo

Captura de pantalla 2014-11-10 a les 17.27.23

Cuando nos dimos cuenta de que habíamos visto todo lo que había por ver y que solo eran las diez de la mañana tuvimos que pensar en alternativas. La verdad es que la visita a Shāxī en nuestro plan inicial ocupaba un día, pero lo que no sabíamos era que por culpa de las conexiones y transportes de China, este día que resultó más que suficiente, quedara partido en dos, con media visita por la tarde y media a la mañana siguiente. No fue ningún drama porque la experiencia de dormir en los antiguos establos nos resultó muy agradable, pero ahora nos quedaba un día por delante medio colgado.

La solución fue mirar la guía y recuperar uno de los descartes, el Monte Shíbǎo. Después de unas preguntas en el hostal, al que volvimos expresamente porque eran los únicos que hablaban inglés, decidimos ir a pie, subiendo la montaña. Nos mostraron un mapa, pero no pudimos llevarnos una copia, y según el recepcionista el camino era muy fácil: algo así como seguir el camino de baldosas amarillas. En principio pues, una vez encontradas las escaleras solo había que seguir el sendero que nunca se desviaría ni tendría bifurcaciones según él.

El primer tramo saliendo de Shāxī fue aburrido, una carretera sin más. Amaya estaba preocupada porque arrastraba unas molestias en las lumbares y pensó no venir, pero al final se animó a cambio de unos masajes con bálsamo que le haría a la vuelta. La verdad es que lo agradecí mucho porque en algunos momentos por el camino y con las dudas sobre si seguíamos el trayecto correcto o no, de haber ido solo quizá hubiera dado media vuelta.

Una vez llegamos a Shāpíngcūn, teníamos que girar a la izquierda pero no encontramos ningún cartel indicativo. Lo único que encontramos fue a un viejo con un aparato de música ensordecedor. El desvío sencillo para ir a buscar el sendero de montaña estaba pasado el pueblo, pero nos adelantamos y cruzamos Shāpíngcūn, lo que nos originó las primeras dudas. Mientras cruzábamos el pueblo intentamos preguntar sin mucho éxito, aunque al final encontramos una señora que iba en la dirección del monte y la seguimos. Ella nos dejó al pie de las escaleras.

El primer tramo de camino ya por la montaña fue muy interesante. El paisaje era bonito y encontramos algunos puentes y una pagoda en lo alto de una escalera eterna, desde la que pudimos ver todo el valle. Desde allí sin embargo, nos quedaban dos kilómetros y medio de trekking por la montaña, con otro montón más de escaleras, prácticamente todas de subida. En este tramo del recorrido fue cuando tuvimos algunas dudas sobre si estábamos siguiendo el camino o no, ya que varias veces el sendero se bifurcaba. Fuimos tirando de intuición y tratando siempre de dejar el valle a nuestra derecha. Solo una vez nos cruzamos con un “montañero” y más o menos nos entendimos, de modo que nos confirmó que íbamos por el buen camino. Para entonces solo nos quedaba superar una cresta.

Al templo de Shízhōng llegamos después de tres horas y cuarto por su parte trasera, la que da a la cima del monte, con lo que tuvimos que bajar hasta la puerta principal y luego volver a subir por dentro del templo hasta prácticamente la misma altura, que es donde están las cuevas. Como curiosidad destacaría para empezar, que el precio de la entrada son 50 yuanes (6,50€) pero que no hace mucho eran 10. Por eso, como los boletos aún tienen un valor nominal de 10 yuanes, para justificar los 50 que te hacen pagar te dan cinco.

Las cuevas a mí me recordaron ligeramente el camino de los misterios del Rosario de Montserrat aunque no por su aspecto sino por el concepto, a pesar de que realmente no son estatuas sino que se trata de pequeños huecos en los que hay grabados de estilo bai.  Entre ellos hay uno dedicado a la fertilidad que es literalmente una vagina sobre una flor.

El templo está en la ladera de la montaña y lo mejor es verlo desde el mirador de enfrente. Para llegar hasta él hay que cruzar 280 metros de valle y volver, de los cuales 140 son escaleras de bajada y 140 de escaleras de subida. Amaya se quedó en el templo de Shízhōng descansando y fui solo. Por si fuera poco el caminito, a media subida me desvié 80 metros a la derecha por un sendero minúsculo para ver “La estatua del persa hecha a mano” que resultó, una vez más, una “Casa de las mazorcas” de la vida… Al menos, cuando por fin llegué al mirador, las vistas valían la pena. Lo único malo es que la luz no era la adecuada para las fotos.

Desde el templo hasta “la entrada principal” del monte, en la que te dejan por ejemplo los minibuses, solo había unos 500 metros de paseo por la montaña, con subidas y bajadas que a nosotros se nos hicieron eternas. El día era muy caluroso y a pesar de las precauciones, cuando salimos y llegamos al aparcamiento, yo tenía un leve golpe de calor. Allí nos sentamos a esperar a ver si salían más turistas para compartir algún transporte de vuelta, pero no había manera. La única familia que salió detrás de nosotros iba en coche de alquiler con chofer y no cabía nadie. Por suerte, cuando ya desesperábamos porque los pocos coches que había ya no nos querían llevar a Shāxī porque querían volver a Jiànchuān, que estaba en dirección opuesta, por el otro lado del parking vimos llegar a Paul, un inglés que habíamos conocido mientras mirábamos las cuevas del templo y que me había vuelto a encontrar cuando volvía del mirador.

16a Mont Shibao 104 Tornada 5

El valle de Shāxī

Para volver pues, compartimos una furgoneta los cuatro, Paul iba con una amiga china, aunque no fue la primera opción. Primero un chófer se ofreció a llevarnos por 100 yuanes a todos (13€) pero mientras discutíamos entre nosotros sobre si era caro o barato, el conductor perdió la paciencia y se fue de vació, solo. El hombre ya se nos había ofrecido antes a Amaya y a mí y entonces nos había pedido 150 yuanes (19,65€) para llevarnos a los dos. No sé muy bien qué estrategia de negociación seguía. Por suerte, al cabo de un ratillo otro conductor, en vista de que no habría ya más clientes y de que no íbamos a pagar más, accedió a llevarnos por 100 yuanes.

Geolocalización de las fotos que hicimos entre Shāxī y el monte Shíbǎo. Como se ve, a pesar de las dudas que tuvimos, el camino era prácticamente recto.

Geolocalización de las fotos que hicimos entre Shāxī y el monte Shíbǎo. Como se ve, a pesar de las dudas que tuvimos, el camino era prácticamente recto.

De regreso a Shāxī, cruzamos la preparación del festival de la montaña, y es una pena que no pudiéramos quedarnos a verlo. Durante el camino Paul nos contó muchas anécdotas de sus viajes, y yo me quedé con la de Camboya. Cuando llegó a Siam Rep en 1989 solo había un hotel en toda la ciudad y les cobraron 50 dólares a cada uno por la habitación.

Sin más novedades llegamos a Shāxī.

____

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *