La ciudad vieja de Shùhé

19b Shuhe 068

El tercer día en Lìjiāng no madrugamos mucho, ya que hasta las nueve no abrían las oficinas del ferrocarril y era absurdo ir al Garden Inn antes. Mientras íbamos hacia el hotel, vimos a algunos maleteros. Hay gente que lleva mucho equipaje y Lìjiāng es una ciudad incómoda para llevar maletas debido a su suelo adoquinado. Llegamos al hotel a las 9:05 y después de dejar un depósito de 100 yuanes, esperábamos tener los billetes esa misma tarde-noche. Después, fuimos andando hasta la esquina de Fúhuì Lù con Shangri-la Dàdào para buscar los minibuses a Shùhé (3 yuanes/pax, 0,4€), aunque también podríamos haber ido en el autobús número 11, como descubrimos más tarde. El minibus como es habitual no salió hasta que se llenó, pero tampoco tardó tanto. Así pues, llegamos a la ciudad vieja de Shùhé por la puerta Sur, que da a la plaza Chá Mǎ Yíngbīn.

Maletero de Lìjiāng

Maletero de Lìjiāng

La ciudad es muy bonita, como Lìjiāng o más, y tiene a su favor como gran ventaja, que está mucho menos masificada. Por otro lado, como es más pequeña, se visita en poco tiempo, incluso aunque callejees sin orden ni concierto, lo que a la postre te permite encontrar rincones encantadores. En Shùhé además, compramos té de rosas, a un precio más económico que en Lìjiāng, aunque como después veríamos, bastante más caro que en Kūnmíng.

Otra de las atracciones de la ciudad es recorrerla a caballo o en calesa y para ello nunca faltan coloridos guías vestidos con ropajes tradicionales.

Nosotros nos movimos con el mapa que habíamos comprado en Lìjiāng, que por la parte trasera traía el plano de Shùhé. Así, fuimos recorriendo las calles buscando los lugares señalados en el mapa con una foto y algún otro que nos parecía atractivo, como por ejemplo los canales y algún estanque. En nuestro deambular cruzamos los puentes Pequeño y Grande, y también entramos en el museo de la antigua caravana del té y los caballos, pero no vale mucho la pena. Además estaba casi a oscuras.

Hacia el final de nuestro paseo encontramos dos cosas interesantes que no estaban señaladas en el plano. La primera es un parque muy sencillo pero con mucho encanto que está en el extremo noroeste de la ciudad vieja y donde vimos de nuevo a los turistas que alquilan trajes étnicos para sesiones de fotos. La segunda fue un pequeño museo sobre curtidores de cuero, una actividad por la que la gente de Shùhé tenía fama. En uno de los muros del recinto había además una serie de ilustraciones de los oficios tradicionales en china.

Para terminar nuestra visita, salimos por el extremo Norte (habíamos entrado por el Sur) y en un local cercano, comimos un par de bols de fideos chinos y buscamos la manera de ir hacia nuestro siguiente destino, Báishā.

¡Con fundamento!

¡Con fundamento!

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