La gente de Kūnmíng

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Después de salir del hotel, fuimos a comer un arroz frito con ternera justo al lado y después pensamos que haríamos ese último día en Kūnmíng. No hicimos al final gran cosa, solamente ir a visitar el parque Cuìhú, qué significa algo así como lago verde. El parque no es que sea muy bonito en si mismo pero se puede ver a la gente de Kūnmíng a su aire, y algunos haciendo cosas peculiares. Entre las más destacadas, incluiría el canto coral con grupo de música tradicional o los diferentes tipos de bailes, así como los cantantes en grupos pequeños.

Acerca de lo primero, destacaría que el grupo musical estaba amplificado y que la directora llevaba micrófono inalámbrico. El resto de la gente, con sus correspondientes partituras, cantaba con mucha pasión. No sé obviamente la canción que cantaban, pero parecía que lo hacían con mucho fervor ¿patriótico? Más tarde en el mismo punto del parque, vimos a dos señoras discutiendo sobre un paso de baile, con la profesora poniendo paz. Por diferentes lugares, vimos grupos de gente bailando o haciendo gimnasia con música, sin importarles mucho que al lado hubiera otro grupo con otra banda sonora.

También fue posible ver en el parque, grupos de cantantes y músicos más pequeños, dúos o tríos, con sus micrófonos, sus amplificadores, etc. parecidos a los cantantes que a veces se pueden ver en el metro de las grandes ciudades como Madrid o Barcelona pero sin pedir limosna. En el parque también es normal ver a gente jugando a las cartas, al ajedrez chino o al Mahjong, ¡cómo no!

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Al parque también van familias enteras, y para ellos y las parejitas, están los velomares y los botes a motor, aunque estos últimos con una velocidad ridículamente lenta. Más específico para los niños, vimos carruseles y otras atracciones del año de la catapún, y también una especie de rueda de hámster hinchable y flotante, en la que los niños se meten y giran sobre el lago.

En el parque, como no podía ser de otro modo, había puestos de comida y bebida. Yo me decidí a probar una bebida china que había visto en todas partes, de color Coca-Cola y envase rojo que se llama Jia Duo Bao. Para la nota de cata, podéis ver el siguiente video:

Para comer, y ya al final del recorrido, Amaya quiso palomitas, aunque antes de llegar al parque, ya habíamos comprado una super galleta, y unos churros de calabaza por dos yuanes cada cosa. Las palomitas estaban bastante buenas, y eran dulces. Precio cinco yuanes.

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En la parte norte del lago, justo en el linde con la ciudad, había una parte algo más sórdida, con puestos de comida muy cutres, por ejemplo una moto con un “alfilero” de brochetas de aspecto insalubre, y algunos juegos de azar tipo feria. En uno de ellos, el señor, de muy malos modos, quería impedir que sacáramos fotos. Hablando de fotos, también pudimos fotografiar a gente pintoresca, como a la Carmen de Mairena China (por el maquillaje) o a un señor de gran barba blanca.

Cuando ya queríamos irnos, empezó a llover y nos refugiamos en unos toldos al oeste del parque. Esto nos permitió descubrir un mercado, básicamente de especias y frutos secos, aunque también había encurtidos, cosas como el miso o carne curada. También había tes de muchos tipos y el de capullo de rosas costaba cuatro veces menos que en Shùhé. Finalmente, volvimos en el autobús número dos y como llovía, durante un rato francamente fuerte, vimos muchísimas motos con chubasqueros de colores. Por cierto, el caos de los súper andenes de autobús nos hizo perder el primer número dos que había llegado a la parada.

Solo quedaba la última cena, que os contaré en la próxima entrada.

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