Un paseo por la capital tranquila

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El primer día en Vientiane, después de llegar ya al centro, hicimos el recorrido por la ciudad que recomendaba la guía. A pesar del calor abrasador, fue agradable, porque Vientiane es “la capital tranquila”. Eso sí, el final del recorrido lo cambiamos, y en lugar de un Bloody Mary en algún bar cerca del río, tomamos té laosiano y café al estilo de Laos y un croissant para compartir en una boulangerie de estilo francés, muy populares en el centro de Vientiane. La merienda nos costó 24.000 kips (2,4€).

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El itinerario propuesto sobre el plano

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Alfileres de las fotos localizadas con GPS

El paseo, lo tuvimos que empezar dos veces, porque la primera vez resbalé con un charco de alguna lluvia anterior, y en la caída me hice un corte en la rodilla. Tuvimos que parar para desinfectarlo y poner una tirita. Así estrenamos el agua oxigenada y las gasas del botiquín. En la segunda salida, empezamos por la fuente de Nam Phu, que quizá sea impresionante, pero sin agua, no vale nada. Otra casa de las mazorcas. De allí, seguimos por Setthathirath pasando por delante del Palacio Presidencial, al que no se puede entrar, y llegamos a Wat Si Saket. Este templo también se conoce como el museo de los miles de budas, y llegamos a las 12:45. Por eso tuvimos que esperar a que abrieran, pues el horario es de 9:00 de la mañana a 12:00 del mediodía, y de 1:00 del mediodía a 4:00 de la tarde.

Alrededor del templo, hay un porche con literalmente miles de budas, aunque sólo algunos son grandes. La mayoría están en nichos de unos 20 cm o así, por parejas. Son pequeños budas de 10 a 15 centímetros. El templo principal, destaca por un candelabro muy bonito labrado de madera y por lo que debían ser frescos en las paredes, que están en proceso de restauración. Por cierto, en los templos, no se pueden hacer fotos del interior. En el porche también había una cosa de madera con forma de “naga” (serpiente) de muchas cabezas, que se usa en algunos rituales y que se rellena, pues es hueca, de agua perfumada que cae sobre los peregrinos, o eso deduje, viendo unas fotos que había.

Al salir, y justo enfrente, entramos en Haw Pha Kaeo, otro templo reconvertido a museo, en esta ocasión de objetos religiosos. Como museo no vale la pena, pero por fuera me gustó mucho. Además, vimos a las fieles frotando los budas con las manos, motivo por el que parecen pulidos y tienen la superficie muy brillante. Asimismo en las manos les dejan monedas. Luego fuimos a buscar la Iglesia Católica que resultó ser otra casa de las mazorcas

De allí, estábamos enfilados para entrar al mercado Talat Khua Din, el más importante de comida fresca que hay en la capital, pero fue bastante decepcionante además de estar totalmente embarrado. Lo único destacable, fue ver a las vendedoras durmiendo entre el género. Antes de entrar al mercado, habíamos comido en un puesto callejero: arroz blanco y pollo hervido por 25.000 kips. ¡Nos timaron seguro!

Al salir del mercado, fuimos hacia Lane Xang, la avenida más importante de la ciudad, llamada con cierta pompa “Les Champs-Élysées de Vientiane”. Por dicha calle, subimos hasta el arco del triunfo de Vientiane: el Patuxai. Durante el recorrido, obviamos el centro comercial Talat Sao, ya que fue remodelado no hace mucho tiempo y de mercado tradicional con encanto ha pasado a mercado cutre de electrónica y ropa moderna. Lo que sí hicimos, fue una parada técnica en la oficina de información turística. El chico que me atendió era muy simpático y me dio un mapa gratuito de Vientiane, que por la otra cara tenía los planos de Luang Prabang, Van Vieng, Pakse, etc.

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Llegar al Patuxai fue agotador por el calor, aunque el trayecto no era muy largo. Amaya llegó medio aturdida, así que en la primera sombra que encontramos, descansamos un rato. A los pies del arco, había varios laosianos relajados, sentados en mesas, y aunque el edificio está construido de cemento mondo y lirondo, el interior del arco es bonito. La curiosidad, es que el cemento con el que se construyó fue un donativo de los Estados Unidos para que en Laos pudieran construir un aeropuerto, pero el Gobierno decidió gastarlo haciendo este monumento para celebrar “la victoria” y conmemorar a los laosianos muertos en las guerras pre-revolucionarias. Por este motivo, muchos expatriados lo conocían también como “la pista de despegue vertical”.

El Patuxai no es muy alto, pero como la ciudad es tan bajita, desde lo más alto del monumento se ve entera. Hay que destacar que no vimos ningún edificio de más de cuatro plantas en la ciudad, ni siquiera los oficiales, como constatamos al pasar por delante de varios ministerios. Eso sí, por todas partes había árboles, parterres y flores. Bajando de Patuxai fuimos hasta That Dam buscando las sombras y en la calle Samsenthai paramos en un supermercado a comprar un té de crisantemo y una cerveza Beerlao para nuestros gaznates. En esta calle están en el Museo Nacional y el Cultural Hall, pero ya estaban cerrados.

That Dam

That Dam

En Vientiane casi todo lo turístico, templos o museos, cierra a las 16:00 de la tarde. Respecto al plan de la guía, aquí acortamos la ruta, pues no era cuestión de ir a comer a esas horas. Por eso bajamos por Chao Anou hasta Wat In Paeng, un templo que nos gusto mucho por los frescos de su porche delantero, y su techo. Por dentro, sin embargo ni fu ni fa. En general, el interior de todos los templos que vimos era bastante austero, así que importaba poco que no se pudiera hacer fotos. Siguiendo por Setthathirath, una calle encantadora, llegamos a dos templos que están el uno delante del otro. El primero fue Wat Ong Teu Mahamihan, en el que había música “de verbena” laosiana a todo trapo. Un templo sin mucho destacar. El segundo, Wat Hai Sok, tampoco mereció mucho espacio en el diario de viaje.

Seguimos el paseo yendo a Wat Mixai, un templo amarillo un poco más bonito, con unas puertas muy interesantes y dos gigantes de cara verde que protegen cada una de sus entradas. Eso si, como ya eran casi las cinco, no pudimos ver el buda de 5,8 m de su interior.

Para terminar, y con una breve parada en la agencia Green Discovery porque Amaya necesitaba una cosa del equipaje, nos fuimos hacia el río. Cuando llegamos a la zona del río, no sorprendió lo tranquila que estaba, con apenas un puñado de personas por ahí, y una carretera sin tráfico. En otros países, ese paseo fluvial estaría lleno de chiringuitos.

Antes de volver a la agencia, tomamos un café y un té en la boulangerie que os he mencionado al principio.

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