Baños en las cascadas de Kuang Si

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“Esta tarde hemos ido a las cascadas de Kuang Si. ¡Una pasada!”

Diario de viaje, Bongnasouk Guest House
28 de agosto de 2014, 21:58h

Al volver de la cueva Pak Ou, tomamos unos sandwiches en nuestro antiguo hotel después de cambiarnos y ponernos los bañadores; Amaya lo tomó de bacon y yo de tortilla y atún (32.000 kips, 3,55€). A las 13:30 vino el microbús con 15 plazas para 16 personas… y nosotros éramos los últimos en subir.

Así, el trayecto de ida fue un poco peliagudo, con Amaya y yo compartiendo asiento. A medio camino, además, el conductor paró y nos pidió los 20.000 kips (2,22€) de la entrada sin darnos ningún recibo o boleto a cambio, lo que nos preocupó un poco. A pesar de todo, llegamos sin más novedades.

Al llegar, recibimos nuestras entradas, menos mal, y bajamos por un caminito de tierra que puede ser muy resbaladizo si está mojado. Antes de llegar a las cascadas, se pasa por una reserva de osos autóctonos.

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El oso laosiano tiene una característica mancha con forma de media luna en el pecho

Después de decir adiós a los osos, llegamos a una pequeña balsa, con una cascadilla en la que nos dimos el primer chapuzón. Fue una gozada. Más arriba, está la zona más lúdica, la segunda zona de baño, que tiene cascadas más grandes y un árbol desde el que poder saltar, como hicimos nosotros mismos. Aquí fue donde más tiempo nos bañamos. Sin embargo, el camino subía un poco más, hasta que llegamos a la tercera zona de baño y de allí, cruzando algún puentecillo de madera, llegamos a la cascada principal. Impresionante.

Después de las fotos de rigor, empezamos a descender, tomando los últimos baños en la tercera y la segunda zonas de baño. En todas ellas el agua estaba bastante fría al entrar, pero luego se estaba muy a gusto. No obstante, nos bañamos bastante más en la segunda zona, ya que a ésta le daba todavía un poco el sol. Allí, además, estaba el árbol para tirarse, aunque llegar al extremo de la rama desde la que se saltaba era un poco complicado (yo casi no lo logro).

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También había una buena cascada, y por una zona con poca corriente se podía llegar hasta ella. Eso sí, como no fueras por el “camino” correcto, era una lucha imposible contra la corriente, consistente en nadar y nadar y no avanzar nada o incluso ir hacia atrás. Había también muchas zonas para entrar andando a algún salto de agua y sentarte en el borde con el agua golpeándote las lumbares y masajeándote los pies.

Después de las cascadas, y sin pasar por el pueblo Hmong que pensábamos que estaba incluido en el paquete de la excursión, llegamos a Luang Prabang y nos dirigimos a la agencia para reclamar, infructuosamente, sobre este aspecto y sobre el microbús sin asientos suficientes.

De aquí, y después de un poco de descanso en el hotel, fuimos a cenar al mercado nocturno. Allí, por 15.000 kips (1,66€) te dan un plato que puedes llenar todo lo que quieras de guisos y verduras, patatas de diferentes tipos, arroz, fideos o huevos fritos. Los platos de carne, van aparte, y nosotros comimos salchichas de cerdo y costillas. Yo además me tomé una cerveza muy grande. En total gastamos 53.000 kips (5,88€).

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Luego, dimos un paseo por la parte de mercadillo tradicional, y aunque no teníamos pensado comprar nada, acabamos regateando como campeones para conseguir algunos recuerdos para la familia y para nosotros, y un pantaloncito corto para Amaya.

Cuando volvimos al hotel, estábamos muertos de cansancio porque, como decía mi abuela Angelina, ¡el agua disipa mucho!

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