Última visita en Vang Vieng

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El segundo día en Vang Vieng, tuvimos que madrugar. Queríamos ir a visitar Tham Jang, una cueva que fue un búnker durante la guerra contra Yúnnán del siglo XIX. La cueva está cerca del pueblo pero fuimos en tu-tuk porque no teníamos claro el camino. Fue una suerte porque la cueva no está indicada como tal, sino que había que seguir las indicaciones del Resort Vang Vieng.

Al llegar, por el habitual camino de cabras que son la mayoría de carreteras en Laos, había que pagar el peaje de un puente que estaba después del parking, 2000 kips por persona (0,23€). El conductor del tuk-tuk hizo un amago de esperarnos, pero le pagamos los 20.000 kips de llevarnos (2,27€) y le dijimos que volveríamos a pie. Por cierto, de la carretera horrorosa del día anterior teníamos agujetas en todo el cuerpo.

Después de bajar del tuk-tuk, me terminé el “pancake” del desayuno. La verdad es que no sé cómo definirlo porque no era ni una crêpe ni una tortita. Para empezar, la señora que los hacía tenía la masa en bolas, como la de la pizza, y la estiraba hasta hacer un cuadrado. Luego, la plancha en la que lo hacía no era plana, sino que tenía una pequeña concavidad en la que puso mucho aceite y mantequilla, con lo que el “pancake” laosiano queda frito y crujiente. Una vez que la masa está en la plancha, la dobla como un sobre con el relleno dentro si lo hay. Le da un par de vueltas para que se dore y se selle, y lo sirve cortado en nueve trozos, con las salsas que uno pida, por ejemplo miel o zumo de limón, y azúcar por encima si es necesario. Mi “pancake” era de banana y nutella y el de Amaya de miel y limón. Cada uno costaba 10.000 kips (1,13€).

Después de cruzar el puente había un caminito hacia la izquierda de piedra y barro, parecido a un tablero de ajedrez, con bonitas vistas de formaciones kársticas a la derecha. El ticket de la cueva costaba 15.000 kips (1,70€) y había una escalera muy bien construida para subir. Luego en la cueva había un recorrido marcado por una tira de cemento, que la hace muy fácil de recorrer. Por lo demás, es una cueva bastante sosa y como no había mucha gente nos pusimos a jugar a las sombras chinescas.

Al bajar de la cueva, nos quedamos un rato en el parquecito que había sus pies, que es muy agradable. Además había un laosiano cantando y tocando una guitarra acústica que era muy ameno de escuchar.

Finalmente, regresamos a Vang Vieng por el mismo camino que habíamos tomado con el tuk-tuk, excepto por el hecho de que él había tomado la calle Luang Prabang y nosotros tomamos la calle sin nombre del mercado. Como remate, en el restaurante Vang Vieng tomamos unos batidos de menta y limón, para Amaya, y sólo limón, para mí. Cada uno, 5000 kips (0,56€).

Nemáticos para "tubing"

Nemáticos para “tubing”

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