En kayac hasta Camboya

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Esa mañana a las ocho como un clavo estábamos delante de Wonderful Tours para el día de kayac. Primero desayunamos, estaba incluido en el paquete, en el restaurante Crocodile y nos permitieron elegir cualquier cosa del menú como en un desayuno normal. Yo elegí huevos fritos y un té, y Amaya, tortilla. Eso quiere decir que de los 150.000 kips por persona que habíamos pagado por la excursión (17,19€), ya habíamos amortizado unos 25.000 (2,86€), lo que costaba un desayuno normal en Don Det.

Durante el desayuno conocimos a los compañeros de travesía, dos inglesas, Sarah y Helena, y dos austriacos, Fabián y Magdalena. A las nueve más o menos llegó el guía, pero no me acuerdo de cómo se llamaba, y nos dio los “drybags”, uno por pareja, y los chalecos salvavidas. También nos dejó unos gorros de paja cónicos, y nos entregó la pala. Estábamos cómicos.

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Después de unas pocas instrucciones sobre cómo palear, nos lanzamos a la aventura. El primer descenso por el río, dejando Don Det  a la derecha, empezó en el mismo embarcadero en el que bajamos al llegar a la isla. Este primer tramo no se nos hizo demasiado duro, aunque yo ya vi que para mí, con el hombro jodido, el kayak iba ser complicado. De hecho tuve que desarrollar mi propia técnica y la mano izquierda la usaba diferente a lo que debe ser. Así, agarré la pala izquierda con la palma hacia arriba, y de este modo al meterla en el agua tiraba de bíceps, en vez de palear con toda la espalda.

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Observese la diferencia en el agarre de ambas manos

Después de pasar por delante de nuestro bungalow y de dejar Don Det atrás, empezamos a rodear Don Khon. A unos 100 metros al norte de unas pequeñas cascadas, tomamos tierra. Hasta ese momento los paisajes desde el kayac habían sido espléndidos.

Desde allí, hicimos un pequeño trekking por una pista forestal de Don Khon, realmente exuberante. Al poco, cruzamos un puente colgante (máximo cinco personas a la vez) y desde allí, en seguida llegamos a las cascadas de Khon Pa Soi. Eran más bien unos rápidos grandes. Para volver, desanduvimos parte del camino, incluido el puente y después torcimos a la izquierda para volver a encontrar los botes, que Amaya había confundido con una vaca.

Aquí ayudé al guía a bajar los kayac al agua desde tierra firme y empezamos el trayecto más largo del día: de Laos a Camboya paleando. En los tramos peligrosillos, como el guía había visto que nosotros nos quedábamos atrás, nos ataba a la barca de las inglesas, en la que él iba de tercer remero, pero a media travesía internacional nos soltó. Se me hizo eterno…

Cuando por fin llegamos, yo ya había visto sin advertirlo dos delfines Irrawaddy. En tierra camboyana nos relajamos tratando de ver a los delfines y comiendo. Para comer nos dieron arroz frito y brocheta de pollo. De postre sandía. Calculo que esa comida tendría un valor de unos 30.000 kips (3,44€).

Después de la comilona y de explorar un poco el terreno de Camboya, echamos a andar hacia un lugar un poco más tranquilo: un embarcadero desde el que vimos y oímos a los delfines mucho más cerca. Pude hacer hasta un video cortito y algunas fotos interesantes. Amaya estaba muy contenta porque los delfines son su animal preferido.

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Lo último que vimos en Camboya fue a unos niños que jugaban con una cometa muy especial, ya que se trataba de un bicho alado enorme que llevaban atado con sedal a un palo.

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Desgraciadamente, el tiempo se nos terminó y tuvimos que volver a palear. Sin embargo, como al llegar a Camboya le expliqué al guía lo de mi hombro, a partir de ese momento vino en nuestro Kayac como tercer remero.

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