En bicicleta hacia el norte

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Desde Hang Khon tomamos la antigua ruta del tren dirección norte. La cuestión es que de las vías no queda nada porque los laosianos las fueron usando. Por ejemplo, en el camino por la ruta Este, cruzamos un puente construido con raíles y traviesas. El camino fue tranquilo pero muy caluroso, hasta que encontramos la indicación para las cataratas de Li Phi, literalmente “trampa de espíritus”. De ese modo, nos desviamos de la carretera principal y nos ahorramos un trecho.

Al llegar a las cataratas, al principio cruzamos un puente sobre unos rápidos pequeños y me dio miedo de que sólo fuera eso, pero no. Las cascadas de Li Phi son como unos enormes rápidos que alcanzan todo lo que alcanza la vista. No son tan anchas como Khonephapheng, ni tampoco muy altas, pero son impresionantes porque se ven de frente y ocupan todo el campo de visión. En los rápidos había las ya típicas trampas para peces, pero no tuvimos la suerte de ver a ningún pescador yendo a comprobarlas. Se ve que es un “deporte” de riesgo.

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Mientras veíamos las cascadas, fuimos siguiendo unos carteles que ponían “Gone to the beach” (así, y no “Go”) y al final llegamos a una zona, en la punta oeste de la isla, muy bien acondicionada, con bungalows, hamacas, una zona de arena con tumbonas y parasoles, y una ducha. De todos modos, en esta época del año la zona para bañarse es pequeña y si te alejas un poco puede ser muy peligrosa. En uno de los bungalows nos cambiamos porque al menos queríamos ducharnos, pero al final nos dimos un pequeño baño cruzando de lado a lado, una zona en la que no había corriente y hacíamos pie todo el rato.

Salimos de Li Phi para comer en un pequeño restaurante a la entrada de las cascadas. Arroz frito con ternera (Amaya) y arroz frito con huevo (yo) por 30.000 kips en total. Después, y con el sol cayendo a plomo volvimos a la bifurcación y fuimos a ver Tha Sanam, la “playa larga”, que estaba a 1,5 km. El último trozo del trayecto era una bajada bastante pronunciada que tuve que hacer con mi bicicleta casi sin frenos. La playa larga es la más grande de todas las que vimos, y hasta había un par de porterías para jugar a fútbol. Sin embargo, para llegar al agua era difícil ya que había una un escalón de entre 1,5 y 2 metros, con la arena del borde bastante inestable. El único sitio por el que llegar facilmente al agua era el primer tramo de la playa, por el que entran y salen lanchas motoras de las que te llevan a ver los delfines, pero pasamos del  tema porque el agua estaba manchada de aceite y carburante. Además, también había un par de bueyes bañándose.

Eran ya las 15:30 y estábamos cansados de bicicleta y con las posaderas doloridas, así que iniciamos el regreso. Para empezar volvimos hasta el camino principal y esta vez sí fuimos hasta el puente. Allí a la izquierda, si miras desde Don Khon, hay unos bungalows muy chulos, y Amaya quiso preguntar precio… 200.000 kips por noche (22,84€).

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Después de cruzar el puente buscamos y encontramos con éxito el Sunset Blvd., un caminito aún más rupestre que el Sunrise Blvd., que ya es decir. Y bueno, lo de encontrarlo no fue difícil, pero seguirlo… En un giro que había hacia la derecha, yo seguí de frente y me metí en la casa de una familia que me echó de allí, jajaja.

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El camino por la ribera Oeste es parecido al de la ribera Este, pero para mí, el río es más bonito en el lado oriental, excepto en el último tramo, cuando ya llegas al extremo norte de la isla y te encuentras, como no podía ser de otro modo, los bares con vistas a la puesta de sol.

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Nosotros elegimos uno tranquilo con una buena terraza y nos tomamos unos batidos mientras esperábamos. Amaya lo tomó de plátano y yo de café con leche. Precio: 14.000 kips (1,60€). La puesta de sol fue muy bonita y romántica aunque estuviera nublado.

Cuando terminó la puesta de sol, devolvimos las bicicletas y después nos fuimos a cenar. Por cierto, como al alquilar las bicicletas no te piden nada, no sé cómo controlan que la gente las devuelva. Para terminar la excursión, me tome una Dark Beerlao, que para mi gusto está mucho mejor que la Beerlao rubia. La encontré en un pequeño colmado, justo enfrente de la agencia de viajes donde compramos los billetes de autobús para regresar a Vientiane, y de la de tours en la que contratamos la excursión en kayak.

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