El segundo día en Marruecos, hicimos un tour en coche por la parte que queda fuera de las murallas de Fez. Lo hicimos con dos toledanos, Alberto y Ángel. El coche y el conductor nos costó 30 € entre los cuatro. Antes, sin embargo desayunamos en el hotel.
El desayuno del Maison Adam consistió en pan de baguette, mantequilla, mermelada y miel, y yogur (no casero), té a la menta y café con leche y otro pan marroquí más aplastado y menos esponjoso. Todo muy bueno.
A las 9:00 nos vino a buscar, bajo la lluvia, el conductor para llevarnos al Borj Sud. Allí diluviaba, y las vistas quedaron deslucidas. Por suerte, para la segunda parada ya paró de llover y en la tercera hasta hizo sol.
La segunda parada, era en unos ceramistas y vimos cómo se hacen los mosaicos del revés, con el color abajo para que luego el lado que se ve, quede perfectamente liso y plano, a nivel. Tiene toda la lógica pero nunca lo había pensado.
La tercera parada fue en los curtidores de pieles. Y por suerte, aquí si pudimos ver los pozos de colores con los pigmentos. De hecho, desde la terraza se veía un resumen perfecto de todo el proceso: descarga de las pieles y lavado en el río; luego, esquilado de la lana muerta que no sirve para tejer como la lana viva, y se usa para rellenar los pufs; después las cubas de amoniaco natural y cal para ablandar las pieles, para lo que el ingrediente principal es la caca de paloma; casi para terminar, el teñido, en el que se usan pigmentos naturales (amapola para el rojo, azafrán para los amarillos, etc.); y finalmente, el secado. En total, son unos siete u ocho días, con cada fase que dura entre uno y dos según las necesidades.
Una de las cosas que destacan todos los turistas es el mal olor de estos lugares, motivo por el cual los anfitriones te ofrecen, nada más llegar, un ramillete de menta para ponértelo bajo la nariz durante la visita. Sin embargo, ese día, quizás por el tiempo, la brisa o la lluvia, el olor no me pareció nada del otro mundo.
De allí fuimos al Borj Nord y en ese momento hacia sol. Por fin pudimos disfrutar de buenas vistas de toda la medina. Cabe decir que en la cerámica y los curtidores no nos insistieron casi nada para que compráramos.
Después del Borj Nord fuimos hasta la puerta del Palacio Real, pero el palacio no se puede visitar. Allí empezó a llover de nuevo y cayó una granizada de órdago.
Bajo el granizo, y por suerte dentro del coche, nos despedimos de Alberto y Ángel que se tenían que ir al aeropuerto. Nosotros bajamos en la Mellah (barrio judío) y nos refugiamos bajo los toldos de un mercado. Luego, y mientras desandábamos un poco el camino para volver a ver la puerta del Palacio Real con mejor tiempo, un viejo nos lío para enseñarnos algunos rincones de la Mellah. Como era previsible, al final nos pidió dinero en la puerta de la sinagoga, a la que no entramos, y cuando de los 100 dirhams que nos había pedido habíamos podido rebajar hasta dos euros, llegó “su hijo”, un tipo grandote, y nos reclamó también los que le correspondían a él. Yo le dije que no nos había llevado ni acompañado, pero para evitar problemas tuvimos que darle una monedilla. Fue el timo del día.
Al salir del barrio judío y al llegar a la puerta, volvió a llover. Parece que la puerta era gafe. De camino vimos a un soldado de guardia con el traje de gala rojo, pero “fotos no”.
De allí tomamos un “petit taxi” rojo hasta Bab Boujloud. Nos cobró los 10 dirhams que nos había dicho al subir, aunque el taxímetro en realidad marcaba 12. Una vez allí, comimos medio bocadillo de carne, por 10 MAD/u, y yo además 2 dirhams de aceitunas compradas al peso, y luego fuimos al café Sáhara o “Le Scorpion” según le preguntaras el nombre a un camarero, o te fiaras de la tarjeta. Fuimos a ese café, porque nos había llamado la atención el día antes.
Y bueno, para no aburriros, aquí lo dejo hasta la próxima entrada.