Rabat azul y blanco

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Ese día tocó madrugón. El despertador sonó a las 5:55 AM y después de 10 minutos de remolonear, nos vestimos y bajamos a desayunar. Según Tarik las tiendas aún estaban cerradas, así que el desayuno fue más básico que el del día anterior. De todos modos, ya era de agradecer que nos hubiera preparado algo tan temprano: yogurt, bizcocho de mármol y coco, y té con menta. Sobre las 6:55 AM, Tarik nos acompañó a buscar un taxi, que nos llevó a la estación de tren por 20 dirhams (1,85€). Aún era tarifa nocturna. Sin problemas llegamos a la estación y compramos los billetes. Fue muy fácil. En segunda clase, de Fez a Rabat, 80 dirhams por persona (7,42€).

El tren salió muy puntual. La segunda clase es más que suficiente, con asientos muy cómodos, limpio, y mesa cada cuatro plazas. No iba lleno, pero había bastante gente. El paisaje era verde y parecido al de España, y siguió así a medida que nos acercamos al océano.

Con cara de sueño

Con cara de sueño

Al llegar a la estación una señora con chilaba verde y muy mayor, se cayó en la escalera mecánica porque se le había enganchado la chilaba con un peldaño, y la tuvieron que socorrer, después de parar la escalera con el botón de emergencia. Por suerte, no se hizo nada, aunque sí ocasionó un buen atasco para salir del andén hacia el vestíbulo.

Ya en la calle, queríamos tomar un taxi y pensamos que los taxistas que se nos acercaban y se ofrecían, eran timadores. Intentamos tomarlo por nuestra cuenta, pero ninguno de los taxis que pasaba por delante de la estación nos quería recoger. Lo que pasaba es que había una parada al lado de la estación y los taxistas que circulaban no podían coger pasajeros por delante de los taxistas que esperaban en dicha parada, que dicho sea de paso, eran legales, aunque sí nos querían timar en cierta medida, ya que nos ofrecían como precio 40 dirhams (3,71€) cuando el taxi hasta la entrada de la avenida Mohamed V con Hassan I nos costó, via taxímetro, 20 dirhams (1,85€).

Aquí, empezamos a andar buscando el número 313, donde estaba el hotel Dormhi, sin darnos cuenta de que estaba en la misma plaza en la que nos había dejado el taxi. De todos modos, y aunque Tarik había llamado el día antes, ninguna habitación se había vaciado, así que nos teníamos que ir a otro hotel. Por suerte, en la misma esquina, por una pequeña bocacalle, encontramos el Hotel du Centre. 150 dirhams por una habitación doble (13,90€).

Una vez conseguida la habitación, enseguida nos pusimos a turistear, recorriendo toda la avenida Mohamed V hasta el final. Una calle de bastante normal. Al terminarla giramos a la izquierda para asomarnos a una puerta antigua de la ciudad y luego volvimos atrás para ir a buscar la Kasbah.

Llegar a la casa no fue nada difícil y entramos por la puerta de los jardines andaluces. En realidad, nosotros queríamos entrar por la puerta principal, Bab Uduaia, pero unos guías fraudulentos nos dijeron que no se podía y nos hicieron entrar por la puerta del jardín. Luego, quisieron llevarnos hacia el museo, pero les ignoramos

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Los jardines no son nada del otro mundo, son bastante pequeños y además, como era invierno, estaban bastante deslucidos. No obstante, la visita resultó interesante porque encontramos una tienda de souvenirs en la que compramos los sellos para las postales y una pequeña exposición llamada “Les mille couleurs du Maroc”. Consistía en varios cuadros de reproducciones en tela de ropajes típicos de las diferentes etnias y tribus de Marruecos. A mí, el que más me gustó fue el de “tunero” marroquí, y a Amaya el de las mujeres del valle del Ziz, que tenía unos adornos metálicos en el pelo.

Al terminar de recorrer el jardín en sentido anti horario, encontramos una abertura que llevaba a una terraza-café en la que tomar un té con vistas sobre el río, la misma Kasbah y todo Rabat. A pesar de ser un sitio turístico, el té con menta costaba lo mismo que en casi todos los lugares (10 dirhams), y tomamos también un dulce de almendra y limón que nos gustó mucho (8 dirhams). Estuvimos relajándonos un rato y disfrutando del buen tiempo estaba haciendo. El té lo tomamos en la primera terraza, pero luego fuimos hasta la más extrema, que es la que tiene las mejores vistas y a la que se llega por un pequeño callejón en zigzag, pintado de celeste y blanco.

Mientras tomábamos el té, habíamos visto que a nuestra derecha había una especie de calle de color celeste también, por la que había llegado un grupo de personas. Menos mal que nos asomamos, ya que a partir de allí pudimos disfrutar de la Kasbah en todo su esplendor de callejuelas con las paredes azules hasta la altura de los ojos, más o menos, y el resto blanco. Eso sí, aunque lo habitual es entrar por la puerta principal y recorrer la Kasbah de arriba a abajo, a nosotros nos tocó hacerlo en ascenso.

Durante el trayecto, vimos un músico, una señora que nos intentó vender un tatuaje de henna y nos cruzamos con un grupo de españoles que hacían el camino de bajada. Callejeando, llegamos al castillo en lo alto del acantilado, recorriendo calles, callejones y puertas, haciendo muchas fotos muy contentos. Desde la plaza de armas, más vistas del océano y del pueblo que está enfrente de Rabat, Salé.

De aquí, sin problemas y por fin, llegamos a la puerta principal para salir por arriba, y nos dimos cuenta de que lo que decían los guías fraudulentos, no tenía ni pies ni cabeza. Regresamos a la medina.

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Al bajar de la casa, tomamos Rue des Consuls, una calle dominada por el zoco de alfombras. Compramos un puzzle de madera para Flavia por 22 MAD, regateando desde los 50 MAD iniciales. Seguimos y cruzamos Souika hasta la plaza Mellah y giramos a la derecha. Por fuera de las murallas fuimos hasta Bab Chellah y volvimos a entrar a la medina por esa puerta. Después de pasar al lado de la biblioteca Chellah y cerca de la gran mezquita, tomamos Souika a la izquierda. Souika es la calle principal de la medina, la que tiene más vida y más comercios, pero no nos gustó demasiado porque no es como Fez, un mercado de artesanías o recuerdos, sino un simple mercadillo de ropa.

Sin más, nos plantamos en la avenida Mohamed V y giramos a la derecha. En un local de allí mismo, nos comimos unos paninis de 10 dirhams la unidad, y de postre unas palmeras de hojaldre (2 MAD/u), como las que había comprado Amaya para desayunar, y precisamente del mismo puesto de dulces.

La segunda parte del día, la dedicamos para visitar Salé, lo que os contaré en la próxima entrada.

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