Yamaa el Fna, 1 de 2

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El mal sabor de boca que nos había dejado la “visita” a las curtiembres bereberes, nos lo quitamos tomando un té en el agradable y panorámico Café des épices.  El lugar se encuentra en la plaza homónima y a pesar de ser un éxito turístico, no tiene precios desorbitados. El consabido té a la menta, 10 dirhams (0,92€). Nosotros nos quedamos en la segunda planta porque la terraza ya estaba completa. Aún así, estábamos al lado de la ventana y podíamos ver la plaza y el mercado. Incluso pudimos ver la algarabía que se formó en un momento dado en el que cayó un pequeño chubasco: los vendedores de aquí para allá intentando cubrir las mercancías.

Para llegar a la plaza de las especias callejeamos sin muchas ganas, aun nos duraba el mal rollo de las tenerías, y fue uno de los “paseos” menos interesantes del viaje. Por eso no tengo nada que destacar, aunque viendo las fotos, alguna cosa bonita sí que vimos.

Por otra parte, después de salir del Café des épices dimos una vuelta a la plaza, viendo las especias y aspirando sus aromas. En esta plaza tampoco nos insistieron demasiado para vendernos nada. Eso sí, los precios eran un poco altos, y los productos a la venta no eran especialmente diferentes a los de cualquier otro zoco, con lo que os recomiendo que no compréis aquí a menos que encontréis algo verdaderamente exclusivo.

Desde la plaza fuimos hacia Yamaa el Fna y cruzamos diversos zocos. En uno de ellos nos dieron a probar unos dulces muy ricos y debido a mi barba, volví a oír la manida broma de que yo era Ali Baba, y como baba es papá, a Amaya le llamaban Ali Mamá.

Cuando llegamos a Yamaa el Fna nos dimos cuenta enseguida de que Marrakech mejora ostensiblemente con la puesta de sol y que la plaza había cambiado considerablemente. Había mucha más gente y atracciones. Estaban los encantadores de serpientes, los domadores de monos y los vendedores de agua, como por la mañana, pero habían llegado los bailarines travestidos de la danza del vientre, los humoristas, los saltimbanquis, la pesca de la botella, los músicos y los astrólogos. A los que no encontré, y según la guía deberían haber estado, fue a los cuentacuentos.

En ese momento durante el paseo no llevaba suelto encima por lo que no pude grabar ni hacer fotos, ya que para hacerlo es preciso dar una pequeña propina. Evidentemente puedes intentar hacerlo a escondidas pero si te pillan te la van a pedir, y como es algo que se sabe, puede que sea de malos modos.

Mientras paseábamos por la plaza uno de los relaciones públicas de los restaurantes móviles de la plaza nos abordó para que cenásemos en su puesto, y nos cayó tan bien que nos comprometimos a volver cuando la tanjia estuviera lista. Mientras tanto, seguimos vagando y en una calle lateral Amaya se compró una trenza de hojaldre. De ese modo, conseguí monedas sueltas, pero solo tenía 7 dirhams (0,65€).

Con los dos primeros hice un vídeo de los bailarines travestis, hasta que uno vino a sacarme a bailar, pero aunque normalmente no me importa, ese día no me apetecía. Luego, el chico del restaurante me cambió la moneda de 5 dirhams y les di un par a los músicos que más me gustaron. En nuestras idas y venidas por la plaza pasamos varias veces por el corrillo de boxeadores, pero nunca les vimos luchar.

Así nos dio la hora de la cena.

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