El tren que nos llevó a Marrakech no estuvo nada mal, aunque la estación de Casa-Voys no era ni tan moderna como la de Casa-Port, ni tan pintoresca como la de Fez. Cuando llegamos a Marrakech nos encontramos con un bullicioso convoy dispuesto a partir y lleno de aficionados al fútbol con bufandas y camisetas que no paraban de cantar. Quise averiguar a dónde iban pero el tren de ese andén no estaba anunciado en las pantallas y deduje, por los dos factores, que se trataba de algún tipo de tren charter. En ese momento no supe el nombre del equipo, pero sus colores eran rojo y blanco y los ultras era los “Crazy Boys”.
Saliendo de la estación tomamos la avenida Hassan II y casi a punto de llegar a la plaza 16 de noviembre giramos a la izquierda para llegar y cruzar la avenida Mohammed V. Encontramos el hotel que habíamos elegido de la guía sin problemas. Fue una suerte que fuéramos hasta el hotel en persona porque aunque por Internet salía que al hotel Toulousain ya no le quedaban habitaciones libres, no era así. Doble con ducha compartida: 220 dirhams (20,52€).
Después de haraganear un poco salimos para ir a dar un paseo por la medina de Marrakech. Tomamos el autobús número 16 que nos dejó en la plaza Foucauld, justo enfrente del minarete de la Kutubia, que es el prototipo de la Giralda. Desde la parada del autobús, a menos de un paso, estaba la famosa plaza de Yamaa el Fna.
Yo me la imaginaba un poco distinta. Resultó ser extensa pero no estaba ni abigarrada ni rodeada de edificios como me la imaginaba, ya que en uno de sus extremos está limitada por la plaza Foucauld y el paseo que lleva hasta la avenida el-Mouahidine, continuación de la avenida Mohammed V. Lo de los edificios es siempre así, pero supongo que lo de la cantidad de gente irá por épocas.
Allí comimos un kebab, que nos encantó, con acompañamiento de patatas fritas. La carne estaba riquísima y de hecho el camarero/gancho que nos captó, la competencia es feroz, lo consiguió dándonos un poco de carne para probar antes.
Después del tentempié empezamos a recorrer la medina siguiendo la ruta que recomienda la Lonely Planet (p. 58-59). Francamente, los puntos que señala el libro no me parecen ni mejores ni peores de los rincones que se pueden encontrar simplemente vagabundeando. Por otro lado, la medina de Fez me gustó más. Quizás lo más curioso fue ver algún “funduq” (una cosa muy parecida a una corrala).
Durante el recorrido nos acercamos a la madraza Ben Yussef pero no entramos (para el que lo quiera saber, costaba 50 dirhams, 4,66€) así que dedicamos un poco más de tiempo a buscar la excursión al desierto para los días siguientes. Al final nos decidimos por Abdul’s, donde contratamos el miniviaje de dos días y una noche por 550 dirhams cada uno (51,29€). Si el precio estaba bien os lo contaré cuando hable de la excursión. Como le habíamos contratado la excursión, el hombre de la agencia le pidió a un chico que nos llevara hasta las curtiembres de Bab Debagh sin cobrar. El camino fue largo y nos llevó al trote cochinero.
La visita a las tenerías bereberes, no sé qué las diferencia de las árabes de Fez, consistió en un rodeo a los pozos de cal y un rato en la tienda de artículos de cuero. A la salida el tipejo que nos había “enseñado” la curtiduría nos pidió una propina. Nosotros pensábamos que era gratis, una cortesía de Abdul, pero lo único que no costaba dinero era el niño que nos acompañó hasta el lugar. Encima, el manso nos pedía por una mierda de tour de 5 minutos la desorbitada cifra de 200 dirhams, 100 para los curtidores árabes y 100 para los bereberes. ¡¡¡Pero si además durante la visita nos había dicho que como era viernes los bereberes ya no trabajaban porque habían vuelto a las montañas con sus familias!!! En fin, un ladronzuelo como muchos otros aprovechados que son la plaga del turismo en Marruecos. Al final, después de momentos de tensión, le di una moneda de 2€ que tenía en el bolsillo del pantalón (21,45 MAD). Otra cosa que es interesante comentar es que cuando le dije que no tenía dinero se ofreció a acompañarme a un banco, y que cuando Amaya quiso meter baza en la conversación, un “espectador” la hizo callar porque estábamos hablando “los hombres”…
La cosa en realidad no fue del todo sorprendente porque ya había mal ambiente desde la visita a la tienda de artículos de piel. En un momento en el que Amaya estaba mirando una cartera de piel de camello, el individuo nos dijo que costaba 100 euros pero que podíamos hacer cualquier oferta de precio, que no se iban a ofender. Cuando Amaya quiso empezar la puja con una oferta de 20 euros, la indignación fue tal que parecía que le estábamos quitando la comida de la boca a sus hijos, a su mujer y hasta a la suegra.
En conclusión, este episodio nos estropeó un poco esta parte del paseo. Por suerte, nos quedaba tomar algo en el Café de las Especies, un lugar que nos recomendó Eduardo, el novio de Myriam, una amiga de Amaya.