Después de descansar un poco en el hotel, salimos para la última noche en Casablanca. En un primer momento nos acercamos a la puerta de la medina, bajo la torre del reloj, para ver si había restaurantes como los que había en Fez. Lo intentamos por la puerta de la derecha, sin éxito porque solo había tiendas de bolsos y maletas. Cuando salimos pensando que no había nada nos llegó olor a fritura y con el rabillo del ojo vimos que entrando por la puerta de la izquierda había locales de pescado frito. Pero no nos convencieron.
Allí en la puerta vimos a un vendedor tradicional de agua que se enfadó porque quise echarle una foto con el traje típico. Bueno, no se enfadó por la foto en sí, sino porque no le di propina como pretendía.
Con la idea de cenar, buscamos en la guía y encontramos un restaurante interesante, el Ifrane en la Rue Tata. No obstante, al llegar vimos que los precios eran bastante más caros de los que ponía la guía así que terminamos en el Snack California que habíamos visto de camino. Tomamos dos chawarmas mixtos en plato por 39 dirhams cada uno (3,64€).
Como la cena nos había salido barata y era pronto nos fuimos a tomar un té. Los locales de la plaza de las Naciones Unidas nos parecieron muy caros y fuimos a sentarnos a una terraza del boulevard Mohammed V viendo pasar los tranvías. Queríamos tomar también alguna pastita pero ya no tenían con lo que el camarero me invitó a que fuera a la panadería de enfrente. Aproveché para comprar los dulces para la noche (trenzas de hojaldre) y algo de desayuno para el día siguiente, que tocaba madrugar (croissants rellenos de almendras). Todo nos costó 7,5 dirhams (0,70€).
De regreso al hotel volvimos a pasar por la plaza 16 de noviembre, que en esos momentos se había convertido en una parada improvisada de grands taxis, con gente haciendo cola en un lugar u otro según su destino. Hay que recordar que los grand taxi, todos Mercedes de color blanco, son los únicos taxis que pueden hacer trayectos transmetropolitanos. Estos taxis cobran una tarifa por asiento y normalmente llevan 6 pasajeros, dos en el asiento del copiloto y 4 atrás. Quise hacer una foto de las colas pero no me dejaron…
Una vez en el hotel y después de una ducha reparadora tuve que bajar en pijama a la recepción para poder consultar los horarios de los tranvías y trenes del día siguiente ya que el wi-fi no llegaba a la habitación.
Al día siguiente nos despertamos a las 5:30 AM para poder tomar el tren hacia Marrakech de las 6:50 AM. Queríamos tomar este tren porque la línea Casablanca-Marrakech tiene una cadencia de dos horas, y el de las 8:50 ya llegaba un poco demasiado tarde para nuestro gusto. A las 6:00 salimos por la puerta del hotel y enseguida llegamos a la parada del tranvía de Marché Central. Se nos escapó un tranvía, pero no era el que queríamos tomar, y el siguiente llegó a la hora prevista. Así, a las 6:25 ya estábamos en la estación de tren de Casa-Voys.
El tranvía nos costó 7 dirhams (0,65€), 6 del trayecto y 1 por el billete que es recargable y de proximidad como las tarjetas recargables de Japón. Lo curioso es que hay que validar el billete tanto al entrar como al salir y que aunque el anden era central, los tornos son distintos si entras o sales. El billete a Marrakech cuesta 90 dirhams (8,39€).