Ubicarnos en Fiji nos costó más que en otros países visitados recientemente y por eso los primeros días fueron de tanteo. Uno de los motivos fue descubrir, aunque íbamos prevenidos por la información de la guía, los precios. No me refiero a que comer o alojarse fuera más caro que en el sudeste asiático, lo que ya sabíamos y tampoco es escandaloso, sino al hecho de que las excursiones y cierto transporte marítimo privado es directamente desproporcionado y en algunos casos hasta abusivo. El otro factor, fue que el transporte público, a pesar de no funcionar mal, es escaso. De este modo, el primer día apenas hicimos nada.
Llegamos a Nadi (se pronuncia “Nandi”) después de un vuelo nocturno en el que no dormimos mucho, porque a pesar del excelente servicio de Korean Air, sobre todo en tierra, como compañía aérea no está falta de algunos defectos, y por ejemplo, los asientos de sus aviones transoceánicos son los que menos se reclinan de los que recuerdo. Tampoco ayudó a conciliar el sueño el montón de turbulencias que hubo o los varios bebés que lloraron de vez en cuando.
La aproximación a la isla principal, Viti Levu (se pronuncia más o menos “Fichi Lefu”), fue muy interesante y sobrevolamos, aún sin saberlo en ese momento, las islas Yasawa que visitaríamos más adelante. El control de pasaportes no supuso ningún obstáculo y salimos de los primeros del aeropuerto. Allí, tuvimos el primer contratiempo ya que habíamos pedido el servicio de recogida de nuestro hotel, pero nadie nos vino a buscar.
Para arreglarlo fui al mostrador de información y me emplazaron a consultar con Rosie’s, una agencia de viajes local, donde una señora muy amable llamó al hotel en mi nombre. Les explicó que llevábamos una hora esperando al conductor y consiguió que el hotel se hiciera cargo del taxi, siempre y cuando lleváramos un recibo. Eso sí, la señora de Rosie’s me cobró la llamada: 2 FJD (0,82€). En el hotel tardaron un día en pagarnos, pero al final nos reembolsaron los 13 FJD (5,31€) que nos había costado el taxi.
En Horizon Beach & Backpackers no tenían la habitación lista, pero eso era normal porque eran las 10:30 AM y el check-in no era hasta las 14:30. Por suerte, la camarera ya estaba arreglando nuestro cuarto y a las 12:00 pudimos entrar. Para hacer tiempo, fuimos a dar un paseo por la New Town Beach.
Una vez instalados salimos a la recepción y esperamos el autobús que nos llevaría al centro y que pasaba cada hora, a eso de la media más o menos. Se trata del autobús que hace el recorrido Nadi-Wailoaloa/New Town. La idea era llegar a tiempo a la estación de autobuses para tomar el autobús a Wailoko de las 13:00. Queríamos ir a ver el jardín del Gigante Dormido (Sleeping Giant Garden). Pero no las teníamos todas con nosotros porque el autobús de las, supuestamente 11:30, había pasado a las 11:45 y no sabíamos cuánto se tardaba hasta la estación de autobuses de Nadi.
Mientras esperábamos, un taxista que había dejado a unos clientes y recogido a un local allí mismo, nos ofreció llevarnos por 1FJD por cabeza, lo mismo que el autobús, de modo que a las 12:45 ya estábamos en la estación de Nadi. No obstante, el autobús de Wailoko se había ido antes de hora. O eso nos dijeron en ese momento. La solución que nos ofrecieron fue tomar un autobús cualquiera de los que va a Lautoka por la Queen’s Road y bajarnos en el cruce de la carretera a Wailoko, y de allí ir hasta los jardines a pie (unos 3 km según el conductor del autobús). Era la única opción si no queríamos esperar al siguiente autobús de Wailoko, que salía a las 16:00 o ir en taxi.
Hicimos caso al conductor que nos había informado y así fuimos hasta el Sleeping Giant Garden, un jardín/bosquecillo que funciona como reserva y “museo” de orquídeas, que fue fundado en 1977 por el mismísimo Perry Mason, o mejor dicho, el actor Raymond Burr, más conocido en Fiji por su otro gran papel televisivo, Ironside. El trayecto nos salió por 1,60 FJD (0,65€).
Por el camino tuvimos buenas vistas de la montaña del Gigante Dormido, llamada así porque el efecto pareidólico hace que se aprecie la silueta de una persona dormida boca arriba. También vimos unas estrechísimas vías de tren al lado de la carretera y algunas vagonetas cargadas de leña. Cuando llegamos a la intersección, el conductor nos avisó muy amablemente, vimos que la carretera de Wailoko era un camino de cabras. Afortunadamente, de 3 km nada de nada. Gracias a los hitos de la carretera supimos que desde el cruce hasta la entrada de los jardines hay 1,3 km, y luego la arboleda hasta el jardín no sumará más de unos 200 metros. En total poco más de un kilómetro y medio.
A pesar de todo, el camino hacia la entrada se nos hizo un poco duro porque el terreno era bastante malo, era una subida constante y el sol caía fuerte. Además, íbamos con el chip de que iba a ser largo. Una vez encontramos la entrada, no obstante, el paseo se convirtió en una experiencia agradable. El boleto para el recinto cuesta 16 FJD (6,53€) o 14 FJD (5,72€) para minusválidos y un acompañante. A la señora le sorprendió cuando se lo dije, pero me creyó. Con la perspectiva del tiempo creo que no vale lo que cuesta.
Nada más entrar al recinto había un claro con palmeras y un par de banquitos en los que descansamos un ratito. A continuación está el paseo principal, una senda cubierta con tela de mosquitera a lo largo de la cual hay infinidad de orquídeas. Es cierto que no era el momento en el que el jardín está en su máximo esplendor, pero siempre hay algunas variedades de orquídea que florecen en la época del año a la se que vaya, sea la que sea. En nuestro caso, había un par de decenas de tipos de orquídeas y otras plantas en flor.
La reserva de orquídeas termina cuando se llega al estanque de nenúfares, y allí empieza un bosquecillo más convencional, con la vegetación exuberante típica del Fiji tropical. Fuimos subiendo al monte por pasarelas y escaleras de madera y luego por senderos de piedra y tierra. Una vez en la cima vimos el valle trasero que da al mar. De regreso descubrimos unos columpios en los que nos balanceamos un rato, igual que habíamos hecho en la hamaca que vimos durante el ascenso en otro lugar del parque.
De allí ya fuimos hacia la salida y en la recepción nos agasajaron con un zumo de guava, papaya y fruta de la pasión (incluido en todas las visitas) que a nosotros nos pareció de polvos. Queríamos volver con el autobús local, el que saldría de Nadi a las 16:00 y regresaría por la carretera de Wailoko sobre las 16:45, pero aun eran las 15:30. Por eso, sentados en sillas a lo James Bond, hicimos tiempo leyendo. En mi caso, me decidí por Marinero en tierra de Alberti. Cuando se acercó la hora bajamos con calma hasta la entrada del jardín en la carretera de Wailoko y esperamos sentados en un tronco de árbol. El autobús no tardó.
Durante la vuelta vimos el trenecito de la leña en acción, lo que nos tuvo detenidos en un paso a nivel durante varios minutos, ya que aunque estrecho y pequeñito, tiene una cantidad increíble de vagones.
A la altura del desvió de la Queen’s Rd. hacia New Town bajamos del autobús para volver al hotel andando. Esta vez sí que estábamos equivocados. Amaya pensaba que el hotel estaba muy cerca, yo no tanto, pero aun así, con el taxi de la mañana no nos habíamos hecho una idea muy correcta, porque en realidad estábamos a 2,5 km. Además, no elegimos el camino más corto y terminamos llegando a la playa. Por suerte, era justo el momento del atardecer y pudimos ver una bonita puesta de sol.
Una vez en el hotel, pedimos precio para una excursión a la villa de Navala, en el norte de la isla, y nos quedamos asustados: 220 FJD/pax (90€) por una excursión en la que solo se incluía el transporte en 4×4 (87 km), una comida, la ceremonia de bienvenida al poblado a cargo del jefe (al que le tienes que llevar un regalo en forma de raíz yaqoona, os hablaré de ello más adelante, valorado en otros 30 FJD (12,25€) como mínimo) y la visita a las chozas tradicionales de madera y techos de paja.
Sin más, salimos a cenar al café Nadina y comprobamos que las noches en el invierno de Fiji son mucho más frescas de lo que yo pensaba (mínimas de 16 ºC). Y por mi culpa no llevábamos nada de abrigo, ni una chaquetita, porque, vete a saber por qué motivo, se me había metido en la cabeza que Fiji estaba exactamente en el ecuador… Fiji tiene una latitud entre 16º y 19º Sur. En el restaurante Amaya comió un snichtel de pollo y yo fish&chips. En total 30 FJD (12,25€). Otra excursión típica que te venden en Nadi es la del Gigante Dormido, que se puede hacer como se ha visto por menos de 20 FJD, y las agencias o los conductores privados te ofrecen por no menos de 50. Eso sí, moverse a tu aire por Viti Levu no es del todo fácil.
Y bueno, espero no haberme alargado demasiado, pero no sabía cómo dividir esta entrada en otras dos más cortas. En la próxima entrada sigo con Fiji.