Los hoteles de Sigatoka

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Ese día nos tocó madrugón: 5:55 AM. Antes de las 6:30 ya estábamos en la terraza del hotel Horizon para tomar algo de desayuno, que empezaba a esa hora, antes de ir a la estación de autobuses. Por mi parte, tuve que ir al Smuggler’s para hacer el check-out, ya que la recepción del Horizon no abría hasta las 7:00, y Amaya se quedó guardando las mochilas y preparando las tostadas. Cuando volví, tomamos las tostadas, pero a palo seco, ya que aunque en los cupones ponía “desayuno de 6:30 a 9:30”, a las seis y media no está listo, sino que se ponen a hacerlo. Por lo tanto, las cafeteras aún no habían colado todo el café, los termos para el té ni siquiera estaban en el mostrador y la fruta y los zumos seguían en la cocina.

El taxi que nos tenía que llevar a la estación de autobuses ya nos estaba esperando, pero nos los “quitó” otro cliente del hotel Smuggler’s que llegaba tarde al aeropuerto porque se habían olvidado de llamarle por teléfono como había pedido. Sin embargo, el taxista, con el que yo había hablado al ir a hacer el check-out, se encargó de que viniera otro compañero a buscarnos.

En la estación no tuvimos ningún problema para tomar el autobús a Sigatoka, e incluso pudimos subir a uno que salía 10 minutos antes de lo que teníamos previsto y que además era más rápido. El viaje fue tranquilo y tardamos más o menos una hora hasta la estación de Sigatoka. Allí nos detuvimos un ratito, hasta que a las 8:30 continuamos adelante. Nosotros habíamos hecho una reserva en un hotel de la Coral Coast, que estaba a cinco minutos más allá del centro de la ciudad en coche. Avisamos al conductor de dónde queríamos ir, y el nos dejó en el punto más cercano dentro de su ruta.

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Paisaje al Este de Sigatoka

Bajamos enfrente del resort Outrigger, y allí tomamos un pequeño autobús local, llamado Coast Liner, que pasa cada unos 15 minutos. Nos dejó en la puerta del hotel Casablanca. En el hotel, sin embargo, nos llevamos un buen disgusto/enfado. Nosotros habíamos hecho una reserva por Internet desde la página web del hotel, una habitación doble por 55 FJD (22,77€), pero al llegar, una señora muy antipática nos dijo que ese precio estaba mal. En un primer momento nos intentó convencer de que el precio era por persona, pero cuando le enseñamos la página web, donde claramente ponía que era el precio por habitación y máximo dos clientes (por suerte el Safari del iPhone no se había intentado recargar, porque allí no teníamos Internet), se fue por peteneras diciendo que en todo caso, la habitación ya no costaba 55 sino 85 FJD (31,05€). Le hicimos ver que la culpa no era nuestra, que habíamos hecho la reserva por Internet, al precio que ponía su propia página web, pero la tiparraca tuvo la caradura de decirnos que la culpa tampoco era suya. Intenté negociar el precio, pero me dejó clarísimo que no nos la iba a dejar por 55 FJD de ninguna manera. Al final, Amaya ya por orgullo y dignidad me dijo que parara, que no negociara más porque no quería dejarle a esa señora ni un sólo dólar fijiano.

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Consultando la guía enfrente del Outrigger

Compuestos y sin hotel, empezamos a deambular por la zona con las mochilas a cuestas. El único hotel barato, el Vana Viti, estaba con “overbooking” y el resto eran carísimos, bueno, no es que fueran precios desproporcionados, es que solo había “villas”, o sea, un alojamiento parecido a un chalé con piscina, cocina, a veces dos plantas, jardín, etc. Uno de estos hoteles de “villas” era el Crow’s Nest, y allí, aunque no podíamos alojarnos, la chica de recepeción fue muy amable, y llamó a varios hoteles a preguntar si había habitación libre y a qué precios. Nada bajaba de 250 FJD (103,5€). Resignados, tomamos de nuevo el Coast Liner y nos dirijimos al centro de Sigatoka, otra vez hacia la estación de autobuses.

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Sentado delante del Crow’s Nest

No obstante, justo antes de llegar a la estación vi un hotel y nos bajamos allí mismo. Después de un rato de dudas porque no había ni Dios en la recepción, un chico de la calle entró a avisar y salió una señora de la limpieza que fue la que, a falta de hacer su trabajo porque el sitio estaba bastante guarro, nos enseñó una habitación y nos dio la llave. ¿Registro, nombres, pasaporte? ¡Para qué!

La habitación era cutrísima y nos costó 60 FJD (24,84€) aunque tuve que regatear porque el precio inicial era 80 FJD (33,12€). El cuento de la pena por lo que nos había pasado con la reserva del Casablanca, funcionó.

Salimos del hotel y después de visitar las Dunas y la Coral Coast, volvimos.

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Aquí nos alojamos, pero no había wi-fi

Al regresar al hotel nos duchamos, con cuidado de no tocar las paredes, ya que había pelos de otros huéspedes pegados y sufriendo un agua que oscilaba entre ardiente y helada, sin término medio. La suciedad del hotel era algo que saltaba a la vista. Nada más llegar limpiamos la tapa del inodoro, y la toallita húmeda salió amarilla. Por otro lado, en el lavamanos había algo sin identificar en el desagüe, y las sábanas de la cama supletoria estaban llenas de quemaduras y jirones. Al menos nuestra cama estaba aceptablemente limpia. Por último, en la terraza, que por otro lado tenía buenas vistas al río, había botellas de cerveza vacías desde no se sabe cuándo.

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Hotel Riverview

Sobre las 18:30 salimos a cenar y después de ver algunas opciones fuimos al Ravendra’s Nadro, que era el que cerraba más tarde. Amaya pidió fish & chips y yo, dos salchichas de cordero. Para compartir compramos un pastel de pollo y de postre tomamos dos Massala Chai Tea. En total, 10,80 FJD (4,47€).

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Después de la cena…:

“Ahora volveremos al hotel a descansar”

Diario de viaje, Ravendra’s Nadro
14 de agosto de 2015, 19:05

¡Iluso de mí! ¡Vaya nochecita! Al llegar al hotel, allá sobre las 19:30 ya estaba la cosa en marcha. Al menos había tres o cuatro locales nocturnos a nuestro alrededor según deduje de la cantidad de melodías que nos llegaban mezcladas a la habitación, toda de tipo chumba-chumba. Como estábamos cansados, nos dormimos, pero pasado el primer sueño profundo, nos despertamos. La música no cesó hasta la una de la madrugada más o menos. En ese momento, parecía que ya podríamos dormir del tirón pero sobre las 3:00 un grupo de fijianos ruidosos se puso a parlotear y echar risotadas justo al pie de nuestra ventana, aunque parecía que estuvieran al pie de nuestra cama.

Ya sabíamos, de nuestra experiencia en el hotel Horizon de Nadi, que los fijianos no parecen ser conscientes del volumen de sus voces y que hablan con el mismo tono a cualquier hora del día y en cualquier lugar, sin preocuparse de la gente, ni de donde están.

La charla no acabó hasta pasadas las 4:00 y a las 7:00 sonó el despertador.

Lo que hicimos en Sigatoka de turismo, vendrá en las dos próximas entradas.

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