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“Teníamos que llegar a Bagan sobre las 5:00 AM pero seguimos tirados en la autopista desde las 2:00, más o menos, por una avería del autobús”.
Diario de viaje, 14 de agosto de 2013 – 8:10 h.
Este pequeño extracto creo que resume lo que fue nuestro viaje desde Yangón a Bagan. En mis primeras entradas había sido demasiado optimista acerca del autocar que nos había “recomendado” el amigo del taxista, o bien empezaba mi racha como cenizo ya que, como se verá, cada vez que hablé subió el pan.
Volviendo al autocar, como temíamos al ver los diferentes tipos de vehículo que había en la estación, el que nosotros cogimos era bastante cutre y todo se empezó a torcer antes de la salida, que se retrasó una media hora porque tenían que reparar el aire acondicionado. Por lo demás, el servicio era estándar, eso es, con horribles vídeos musicales a todo trapo (a lo que se suma la contaminación acústica de algunos birmanos que no saben lo que son los auriculares), el aire acondicionado polar (cuando funcionó) y botellines de agua. En cuanto a particularidades, llevaba las filas traseras de asientos llenas de mercancías, cosa común entre los transportes de pasajeros más modestos, aunque sin llegar a copar también el techo del mismo.
El lugar de la avería fue unos pocos kilómetros al sur de Naipyidó, la postiza capital de Myanmar, al estilo Brasilia, desde 2005 a pesar de que la ciudad no se “inauguró” hasta 2006. Nos quedamos tirados en plena autopista Yangón-Mandalay, la vía de comunicación más importante del país y que durante las horas que estuvimos tirados fue transitada por niños pescadores, señoras con paquetes en la cabeza y algún que otro lugareño, todos a pie. Coches, poquitos. Una autopista que dicho sea de paso, consiste en dos tiras de cemento que corren entre arrozales, separadas por una mediana de hierba con una zanja y algunos bloques de hormigón rojiblancos.
Durante las horas que estuvimos parados pudimos observar la idiosincrasia birmana: absoluta calma, tranquilidad y resignación. Uno de los pasajeros, eso sí, se acerco a algún lugar que no sabemos y trajo bananas para todos, mientras esperábamos a que el empleado de la compañía regresara con las piezas de repuesto necesarias.
Por fin, después de unas ocho horas tirados reanudamos la marcha y a pesar del retraso acumulado aún paramos en un área de servicio, en la que había los baños de señora más sucios de Myanmar (los de caballero estaban en la estación de autobuses de Yangón). Al subir al autocar de nuevo, el empleado de la compañía nos repartió unos pastelillos rellenos de calabaza, que estaban de vicio, a modo de desagravio.
Para los que os lo preguntéis, la compañía se llamaba Bagan Minn Thar Express.
Arriba y abajo con las mochilas
Para colmo de males, cuando llegamos a la región de Bagan, el autocar nos dejó en Nyaung U, un pueblecito al norte de Old y New Bagan, sin que lo supieramos. Bajamos alegremente y cargados con nuestras mochilas empezamos a recorrer las calles polvorientas buscando un hotel. Por suerte un turista nos preguntó que hacíamos y ante nuestra incredulidad nos advirtió que no estábamos en New Bagan, la primera parada del autocar, sino en Nyaung U, con lo que dedujimos que nos habían vuelto a hacer la púa porque al bajar nos habían “confirmado” que estábamos en Bagan.
Volvimos a toda prisa hacia donde estaba el autocar, que al tener que descargar las mercancías que llevaba aún estaba allí. Corrí para detenerlo y lo conseguí. Discutí con el empleado de la compañía que no quería volver atrás y después de una agria discusión, conseguí que un amigo suyo que estaba allí cargando algunos de los sacos que el autocar había llevado, nos acercara en su furgoneta. Quizá la cosa con ruedas más sucia del mundo…
Por fin un poco de turismo
Ya eran las 17:30 del día 14 de agosto cuando por fin salimos del hotel Central Bagan para ver algo. Había salido de Tokio con dirección a Osaka el día 11 a las 18:50…
Como no había mucho tiempo hasta la puesta de sol, esa tarde solo nos acercamos al río Ayeyarwadi encontrándonos por sorpresa con una feria, bastante rústica por cierto como demostraba la noria, que giraba con tracción humana, por ejemplo, igual que los caballitos. Por lo demás, vimos un curioso puente de colores que llevaba a un templito elevado en medio de un estanque y visitamos la primera pagoda del viaje, la Sittana Paya.
Bueno, al día siguiente ya empezó lo bueno, y os lo contaré en la próxima entrada.
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