En bicicleta por Inle

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El segundo día en Inle y después de haber estado sentados en la barca un montón de tiempo el día anterior, nos levantamos enérgicos y con ganas de pedalear. Así, después de desayunar unas “porras” de Myanmar que, a pesar de haber visto muchas veces aún no habíamos probado, alquilamos unas bicicletas en el mismo hotel en el que nos hospedábamos. Allí mismo nos dieron también un mapa con un recorrido marcado, que si bien era interesante, no teníamos intención de seguir al pie de la letra ya que incluía cruzar el lago de Este a Oeste y no queríamos más barquitos.

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Llegados a este punto, creo que vale la pena explicar lo que habíamos hecho la noche anterior. Salimos a cenar por Nyaungshwe y nos encontramos una pareja de españoles con los que compartimos mesa y unas cervezas. Ellos estaban haciendo el recorrido en sentido opuesto a nosotros y tenían que ir a Mandalay y Bagan todavía. Eso nos dio la oportunidad de recomendarles los hoteles y guías que nos habían atendido tan bien y por su parte, ellos que ya llevaban unos días en Inle nos dijeron una tienda en la que el dueño cambiaba divisas. La verdad es que teníamos dinero pero íbamos un poco justos de kyats y fuimos a cambiar un poco.

Poco más hicimos esa noche y nos retiramos a dormir.

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Volviendo al día que toca, nada más salir del hotel tiramos con la intención de rodear parte del canal por su ribera Este, hasta llegar a una bodegas que no estaban muy lejos. Lo único interesante fue ver cuatro vides en Myanmar ya que las bodegas no tenían nada en particular y eran bastante modernas. Además, debido al calor, mientras subíamos un pequeño puerto para alcanzar el viñedo, Amaya tuvo un pequeño soponcio que no llegó a desmayo por poco y que se arregló con un poco de descanso y mucha agua.

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Después de esta mini-visita, desanduvimos el camino para cruzar el pueblo de Nyangshwe pero no por la calle de nuestro hotel sino por la principal, algo más hacia el interior respecto al canal.

Una vez cruzado el pueblo, sin nada reseñable, seguimos adelante con la idea de rodear el canal esta vez por su ribera Oeste. En un tramo de carretera a medio construir y usando un montón de cascotes como trípode, intentamos hacernos una foto de los dos en movimiento, pero no fuimos capaces…

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El camino siguió entre campos y por algunas cuestas, hasta que llegamos a la meta: las aguas termales cercanas a Kaung Taing.

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Nada más llegar cayó una tromba de agua corta pero intensa que casi nos pilla en las bicicletas. Por suerte, la “disfrutamos” dentro de las piscinas calentitas al aire libre del balneario. Además, también gracias a la lluvia pudimos disfrutar de las dos piscinas hábiles (una tercera estaba siendo reparada) para nosotros solos, ya que una pareja que había, huyó a la carrera en cuanto empezó a llover. ¡Cómo si no estuvieran ya mojados! No obstante, solo nos bañamos en la piscina grande, ya que la pequeña estaba a demasiada temperatura para nosotros.

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Después del relax, volvimos a nuestras bicicletas y nos dirigimos a Kaung Taing. Estuvimos a punto de no ir y hubiera sido un gran error, porque aunque en ese momento lo habíamos olvidado, era el pueblo en el que hacen el tofu de guisantes amarillos, ¡y queríamos probarlo! Al llegar al pueblo todo el mundo nos indicaba dónde estaba el embarcadero ya que lo normal es hacer la excursión por un lado, cruzar el lago y volver a Nyaungshwe por el otro, como ya he dicho antes y cosa que no queríamos.

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Del diario de viaje

Al final, y después de ignorar a los pesados de los barqueros, nos aventuramos a comer en un chamizo del pueblo en el que pedimos un plato de fideos parecido al del día anterior. La señora entonces trajo el tofu amarillo, con lo que caímos en la cuenta del error que habíamos estado a punto de cometer minutos antes. Estaba muy bueno. La guasa estuvo cuando la señora nos quería cobrar el doble… pero no contaba con que yo ya me había aprendido los números en birmano y pude pagarle solo lo que marcaba la “carta”.

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De allí regresamos al hotel con cierto tiempo de margen y por el camino nos cruzamos con una cuadrilla de peones camineros, hombres y mujeres, que estaban alquitranando la carretera, que ya os había dicho que estaba a medio construir. Totalmente manual.

Esa tarde-noche íbamos hacia Yangon, y mientras descansábamos en la recepción del hotel, llegó un conductor que nos quería llevar sí o sí aunque no era nuestra hora. Empezamos a discutir con él, pero se mostraba tan insistente que empezamos a preocuparnos por si luego no venía otro a por nosotros, pero al fin llegaron sus clientes, un par de franceses tardones.

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En el entretiempo que nos quedaba, todavía pudimos ver un pequeño festival con música tradicional y un elefante, con dos personas dentro, al estilo de un dragón catalán de los “correfoc”, que bailaba. Fue muy interesante y también muy bonito ver a los niños locales y a los hijos de los turistas disfrutar y jugar juntos con ese espectáculo tan sencillo.

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Sobre las seis llegó nuestro chófer, en una furgoneta, y ¡oh, sorpresa! volvíamos a coincidir con Diana.

El camino de Nyaungshwe a Shwenyaung fue movido porque nos había tocado un Fittipaldi de la vida. Menudo conductor más cretino. No obstante, al final quizá sí tenía alguna razón para correr, ya que el autobús para Yangon no salió a las 19:00 como estaba previsto, sino a las 18:30.

Esta vez, fuimos en el autobús más lujoso de todo el viaje, un autobús VIP de la empresa Lumbini, para la que pensé hasta un eslogan: “autobuses Lumbini, como en el polo en bikini” ¡Qué frío hacía! Pero también, qué cómodo. Decíamos adiós al lago Inle, Yangon nos esperaba.

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3 thoughts on “En bicicleta por Inle

  1. abranera Post author

    Yo soy más de churros que de porras y la pinta no sé, pero el sabor era bastante parecido.

    ¡Gracias por comentar!

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  2. M. Ángeles Cortés

    Me ha encantado el tofu de guisantes. Sabía a guisantes? Se parece al de soja? Que curioso.

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