Después de la visita a las terrazas de arroz teníamos intención de ir a Jiànshuǐ pero como faltaban varias horas para que saliera el autobús, fuimos a comer y a dar un paseo por Xīnjiē, que es la ciudad que sirve de base de operaciones a la mayoría de turistas que quieren visitar la región de Yuányáng. El paseo fue sorprendentemente interesante y lo disfrutamos muchísimo.

Antes, sin embargo, fuimos a comer. El restaurante tenía las neveras con puertas de cristal y el comensal solo tenía que pedir que quería que le cocinaran. Eso sí, el “chef” se reservaba la opinión final y depende de que combinaciones le pidieras te decía que ni hablar. Así, después de varios intentos, Amaya pidió un revuelto con tomate fresco y arroz y yo un plato de tofu frito con salsa picante. La cosa iba bien con el cocinero que parecía comunicativo hasta la hora de pagar, cuando el arroz pasó de estar incluido a ser un extra a pagar aparte por extrañas razones. De nada sirvió que discutiéramos.

La ciudad de Xīnjiē es un enclave de mayoría hani, una de las minorías étnicas de China, y así, en todo nuestro paseo vimos a muchas mujeres de dicha etnia. Sobre los hombres no os puedo decir porque no teníamos manera de identificarlos. La mayoría de las minorías étnicas chinas a nuestros ojos son “simplemente” chinos, y si podíamos identificar a las mujeres es porque visten con ropa tradicional.

A las mujeres hani las vimos yendo y viniendo, sentadas de charla con amigas, comprando y vendiendo setas en el mercado, cocinando en puestos callejeros, cosiendo o llevando a los niños a la espalda. El ambiente tradicional que desprendía la gente del pueblo contrastaba mucho con algunas tiendas que vimos de ropa occidental o de electrodomésticos, en las que comprar gigantescas pantallas de televisión por ejemplo. A pesar de todo, a posteriori lo segundo no me pareció tan extraño, ya que hay panorámicas por doquier, pero lo primero sí, ya que no vimos a casi nadie con el tipo de ropa “a la última” que vendían esas tiendas.

Otra cosa que nos llamó la atención fueron las pipas de agua de estilo chino. Estas consisten en un cilindro grande que se llena con agua hasta más o menos un tercio de su longitud. Cerca de la base hay un tubo incrustado que debe quedar sumergido en el líquido y en su extremo superior, fuera de la pipa, tiene una cazoleta en la que se pone el tabaco. Este puede ser tabaco chino de liar, como finas hebras de paja, o un simple cigarrillo. Una vez encendido, el fumador tapa la abertura de la pipa con la boca y aspira el humo que ha pasado por el agua. El acabado de las pipas varia y pueden ser por ejemplo de bambú, las más lujosas, o de latón las más baratas.

El paseo duró un par de horas y vimos muchas más cosas curiosas y cotidianas como triciclos con acabado de coche, a la policía fumando en una sala de prohibido fumar, patos desplumados y asados colgando, tiendas de ropa hani, un chino maoísta paradigmático… y todo con la sensación de que allí el tiempo fluía de otra manera, no sé si más despacio o no, pero desde luego, había una extraña calma en el ambiente a pesar del bullicio del mercado por ejemplo.

Quizá en esta entrada no os he convencido, pero a nosotros Xīnjiē nos pareció un lugar con mucho encanto.

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