A Pakse llegamos sobre las 7:30 de la mañana y en la misma estación estuvimos negociando con un tuk-tuk que nos llevara a los sitios que queríamos visitar. De los 150$ iniciales conseguimos rebajar a 80$ y el peaje de ida, mientras el conductor pagaría la gasolina (unos 15$) y el peaje de vuelta desde Champasak.
Después de negociar el tuk-tuk arrancamos yendo a Tat Fane, una impresionante cascada doble de 120 m de caída, que se ve desde el resort homónimo que hay enfrente. Estaba medio nublado y brumoso, y como teníamos un poco de frío y era muy temprano por la mañana tomamos un té y un café, bastante malos por cierto. Hay que decir, para empezar, que las carreteras por el sur del Laos, son mejores que las del norte. El camino hasta Tat Fane fue tranquilo y disfrutamos del paisaje y de los pueblos con cabañas de madera y paja que había a lo largo del camino.
Al salir de Tat Fane el conductor nos llevó a una pequeña plantación de café y té que pertenecía a la cooperativa AGPC (“Association des Groupements de Producteurs de Café du Plateau des Bolovens”). Allí compramos café de la cooperativa, de comercio justo, como regalo para nuestros padres y para Cristina y Dani, y después de ver cómo tostaban el té y los árboles de las dos cosas, tomamos un té negro con leche allí mismo. Esperemos que el dinero fuera realmente hacia las 2650 familias de la cooperativa.
Al salir de AGPC, fuimos hacia otras cascadas, Tat Yueang. En éstas, según la guía te podías bañar “at the bottom”. Al llegar, empezamos el descenso después de ponernos los bañadores en un lavabo, cosas de cargar con las mochilas todo el día (tampoco fue tan duro porque las dejábamos en el tuk-tuk durante las paradas). Durante todo el descenso nos estuvimos “bañando” por aspersión, ya que aunque no son muy altas, el agua caía con violencia, pero al llegar al fondo, de zambullirse nada. El descenso en sí ya fue moderadamente peligroso por lo resbaladizo y empinado, pero en el fondo, las posibilidades de bajar al agua se nos antojaron nulas. Además, de haberlo conseguido, había rápidos nada más “terminar” la cascada. Eso sí, estas cascadas gemelas vistas desde abajo son tremendas.
Después de regresar arriba, preguntamos dónde podíamos bañarnos y nos señalaron la parte superior de la cascada, antes del salto de agua, por donde en ese momento correteaban un par de niños saltando de piedra en piedra. Para nosotros, no obstante, no parecía tan sencillo y nos dimos un breve chapuzón en un recodo que parecía más manso. Una vez más, la información de la guía era equivocada.
Con esto dimos por terminado nuestro pequeño tour por la meseta de Bolaven. Las excursiones organizadas, te suelen llevar además de a estos sitios, a uno o dos pueblos étnicos, pero parece, según la guía, que es mejor evitarlos por la influencia perniciosa que el turismo está teniendo en ellos. Supongo que serían otros pueblos del estilo “Lao Lao Village“. Por lo que parece, la única manera de encontrar pueblos auténticos es alquilando una moto y perdiéndote, literalmente, por las carreteras menos transitadas montaña arriba.
De aquí, pues, nos fuimos a Wat Phu Champasak, cosa que os contaré en la próxima entrada.
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