Empieza el regreso

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El último día en Don Det queríamos ver el amanecer, que según Internet tenía que ser a las 5:45. Nos despertamos a las 5:30 y ya era de día, con lo que volvimos a la cama. No obstante, no pude dormir más allá de las 7:30 y me di cuenta de que madrugo más en vacaciones que el resto del año.

Después de dejar las mochilas medio preparadas, fuimos a desayunar al restaurante Vilayphet, que es el que tiene el mejor té con leche, aunque no sea ninguna maravilla. Tomamos el desayuno que incluía té o café con leche y baguettes con mantequilla y mermelada por 30.000 kips cada uno (3,44€). Hay que destacar que las raciones fueron las más generosas de las que encontramos en Don Det.

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Para las últimas horas en la isla, dejamos la visita a la estructura francesa que hay al final del ferrocarril en Don Det Village. Es una cosa extraña sobre el río con raíles en la parte superior, que no sé muy bien para que servía o como se usaba. Por desgracia, ya no teníamos tiempo para mucho más por culpa de los horarios de autobús entre Ban Nakasang y Pakse: el último a las 12:00 del mediodía. Por eso sólo pudimos estar unos 15 minutos más en las hamacas antes de ir al embarcadero. Eso sí, pasamos por la agencia para asegurarnos de lo que teníamos que hacer en Pakse y el vendedor nos dijo que iba ir con nosotros hasta Ban Nakasang para hablar con el conductor del autocar y que este nos avisara de donde bajar.

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A pesar de eso, después de cruzar el río sin novedad, llegamos a Ban Nakasang y francamente nos sentimos un poco desamparados, ya que no sabíamos qué hacer. A otros pasajeros les esperaban coches o furgonetas, guías o gente con carteles y su destino escrito, pero a nosotros nada. Al final, fuimos andando hasta la estación de autobuses donde habíamos bajado el primer día para probar, y allí reencontramos al de la agencia que había cruzado en otro bote.

Como teníamos hambre, cruzamos la calle y compramos unas baguettes (1000 kips/u, 0,11€) y unos pinchos de ternera (5000 kips/u, 0,55€), con los que improvisamos unos sandwiches. Cuando volvimos a la estación, todo el mundo había subido ya a nuestro autobús y casi nos quedamos en tierra. Mientras tanto, el tipo de la agencia que nos había asegurado que teníamos tiempo de sobra para ir a comer, había desaparecido. No nos quedaba otra que subir al autocar y confiar.

Cuando llegamos a Pakse el autocar hizo diversas paradas en las que bajaba la gente en función de su siguiente destino pero la nuestra era la última. Finalmente, llegamos a la oficina de Soutchai con mucho tiempo por delante. Hasta las siete de la tarde no nos iban a venir a buscar para llevarnos a la estación de autobuses de largo recorrido.

Para aprovechar ese tiempo, visitamos el centro de Pakse, lo que no nos llevó mucho tiempo porque apenas son dos calles sin demasiado interés. Lo más destacado es que en el supermercado de enfrente del hotel Lankhan, al lado del restaurante Jasmin en el que habíamos cenado unas noches antes, había Beerlao Gold. Aproveché para probarla y es mejor que la rubia normal, pero yo de las tres me quedo con la Dark.

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Edificio de la Sociedad China

Siguiendo esa misma calle giramos a la izquierda en la esquina del hotel Phi Dao, para encontrar el edificio franco-chino de la Sociedad China. Otra casa de las mazorcas… De allí, nos dirigimos al templo Wat Luang, que está al lado del río y tiene un pabellón viejuno sin restaurar, que es lo más interesante en mi opinión.

Poco más se puede decir de la ciudad, porque el puente francés ya no existe y el centro comercial que visitamos por si encontrábamos souvenirs, resultó decepcionante, aunque al menos pudimos comprar leche evaporada para nuestros tes. Por eso sin más empezamos el regreso a Soutchai y sólo hicimos una parada en el hotel Phi Dao para refrescarnos con unos batidos de fruta.

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