Una de las cosas más típicas después de pasar una noche en el desierto es levantarse a ver el amanecer, hasta el punto que algunas excursiones incluyen un tramo extra en 4×4 para ir a verlo en medio de las dunas. No era nuestro caso. Nosotros nos conformamos con ver el amanecer desde nuestro campamento. Para eso nos pusimos el despertador muy temprano y salimos en pijama, con solo los chaquetones como prenda de abrigo. No obastante, el despertador no hacía falta porque al cabo de un rato de haber salido a la fresquita mañana del desierto, un bereber pasó tienda por tienda despertando a todo el mundo.
De hecho, nos habíamos despertado demasiado pronto y tuvimos tiempo de ir a cambiarnos y todo. Por otro lado, mirando hacia el este había cerca unas colinas y eso hizo que el amanecer no fuera tan espectacular, ya que cuando el sol asomó entre las laderas, ya estaba bastante alto y en realidad, había demasiada luz. Para más inri, el momento justo en el que el sol asomó la nariz me lo perdí porque vino el camellero a pedirme la propina del día anterior… a regañadientes le di 20 dirhams (1,86€).
Durante el amanecer el campamento se fue activando y nos sirvieron el desayuno. Té a la menta y café con leche, a elegir (y repetir si se quería), zumo y bizcochos. A nosotros por otro lado, nos pidieron que rellenáramos un formulario sobre la excursión y el bivac. Aproveché para criticar la última parada que nos causó la pérdida de la puesta de sol.
Para la siguiente cabalgata yo no quería volver a sentarme en el dromedario de cola pero fue difícil de conseguir. No sé por qué el guía estaba obsesionado en que nos sentáramos en los mismos camellos y en el mismo orden que el día anterior en la ida. Pero me salí con la mía y pude ir en el segundo camello. Cuando quiero parece que puedo poner cara de muy malas pulgas…
En los viajes, el 95% de las fotos las hace Amaya, que es mucho mejor fotógrafa que yo, pero en este trayecto la cámara de fotos la llevé yo para poder hacerle alguna foto montada en dromedario. Así, tuve también la suerte de poder hacer la foto de la sombra de la caravana en las dunas. Ver nuestras sombras alargadas sobre la arena fue una de las mejores cosas en nuestra experiencia con los dromedarios.
El trayecto de vuelta se me hizo más corto, aunque fue exactamente igual al de ida, y hasta me pareció que montar en dromedario se había vuelto más cómodo. Una vez al pie del microbús, uno de los camelleros me pidió si le podía cambiar las propinas que otras personas le habían dado en euros a dirhams pero solo puede cambiarle un poco porque no me alcanzaba para todos los euros que traía.
Sin mucho más, empezamos el regreso a Marrakech vía Urzazate.