Después de visitar Shāpíng y Xīzhōu queríamos volver a Dàlǐ con algo de tiempo para tomar algo en alguno de sus cafés. Fuimos hasta el cruce en el que nos había dejado en motorickshaw del mediodía y al poco llegó un autobús con destino a Xiàguān. No obstante, todo nuestro gozo cayó en el pozo proverbial cuando nos dimos cuenta de que el vehículo no iba a arrancar hasta llenarse. Le tomó casi una hora que estuvimos de plantón.
Entre Xiàguān y Ěryuán, las dos ciudades a los extremos Norte y Sur del lago Ěr, hay dos carreteras. Por la mañana habíamos ido por la “interior”, una vía parecida a una nacional buena con tramos incluso cercanos a la autovía, mediana incluida. Pero por la tarde, desde Xīzhōu, mucho más cerca del lago, nos tocó volver por la comarcal que discurre por la ribera Oeste del lago. Dicha carretera, además de tener solo un carril por sentido, es la que usan en esos lares para las prácticas de autoescuela, con lo que nos hartamos de ver coches a 20 km por hora llenos de post-adolescentes.
Poco antes de llegar a Dàlǐ empezó a llover a cántaros y cuando llegamos a la Puerta del Este, donde tendríamos que haber bajado también el primer día, lo primero que tuvimos que hacer fue buscar un refugio en el que poder ponernos los ponchos y proteger el calzado lo mejor que pudimos. Nos habíamos quedado sin paseo aunque mientras volvíamos al hotel pasamos por Yùěr Lu, Fùxīng Lu y Hónglóng Lu.
Una vez en el hotel nos cambiamos el calzado, que a pesar de haber protegido con bolsas de plástico, había calado. Para salir a cenar pensamos que era mejor llevar sandalias, ya que puestos a que se nos mojaran los pies igualmente, luego se nos secarían antes que si llevábamos otra vez calzado cerrado y calcetines que quedarían empapados. Luego no pertrechamos con los ponchos y ropa de abrigo extra, solo para que al poner el pie en la calle, dejase de llover…
Esa noche queríamos hacernos unos masajes y por eso fuimos a cenar a Bó’ài Lu, que es la calle de los masajes y las agencias de viajes. Para cenar no sabíamos qué hacer y por desgracia, acabamos en “Casa Guindilla”. De primero pedimos unas patatas picantes con vinagre, y claro, picaban como es normal, pero de segundo pedimos un plato de carne que según el menú era simplemente “hervida” pero que en realidad nadaba en una salsa de guindillas a tutiplén. Por suerte, con el arroz todo pasa mejor y en el fondo, si sorteabas las guindillas, la carne estaba realmente buena. El importe, 46 yuanes (6€).
Después de cenar fuimos a la casa de masajes. Amya se hizo uno de cuerpo completo, 60 minutos por 88 yuanes (11,40€) y yo me hice uno solo de pies, con 10 minutos de remojo en “medicina” china y 30 de masaje por 38 yuanes (4,90€).
Sin más, después de los reparadores masajes, volvimos al hotel y comprobamos que o bien por el clima o bien porque era lunes, había muchísimo menos ambiente que la noche anterior.
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