Llegada a Dàlǐ: las Tres Pagodas

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El primer día en Dàlǐ fue el típico día comansi (ya se sabe, “Juguete completo, juguete Comansi), lleno de lugares y actividades, pero antes de relatarlo dejadme que os termine de contar el viaje en tren.

El tren salió puntual, no como los autobuses que casi siempre salieron tarde. Los compartimentos no tenían puerta, así que el pasillo quedaba a la vista y las literas también. Nosotros teníamos las bajas, y fue un acierto haberlas pedido porque sin duda son las mejores (también las más caras). Si tienes litera baja puedes dejar el equipaje a tu lado, justo debajo de la mesa, que termina siendo prácticamente tuya también. Por otro lado, también te ahorras subir por la escalerilla a las literas superiores, lo que no es baladí, ya que la escalerilla no está al lado de la cama. En realidad la escalerilla está justo en el tabique que separa los compartimentos, de modo que media escalerilla asoma por cada lado del muro y da acceso a dos juegos de literas.

Me cuenta Amaya que tal y como dije al terminar de escribir el diario del día anterior, en cuanto puse la oreja en la almohada me quedé frito hasta la mañana siguiente, y que fui ajeno a todos los ruidos y movimientos que hubo hasta que apagaron las luces. Luego, por la mañana cuando ella fue al baño, cruzando dos vagones, constató que yo era el único pasajero durmiendo de los aproximadamente 240 con los que se cruzó.

Del tren bajamos en Xiàguān y no fue nada difícil encontrar el autobús número 8 hacia la ciudad vieja de Dàlǐ. Otra cosa fue subir a él, ya que había una marabunta de gente intentándolo. Más que subir a un autobús, eso fue un abordaje pirata. Más tarde, durante el recorrido había gente que no podía subir por delante, donde se paga, y lo hacía por detrás. Sin embargo, esto no impedía que ejercieran su deber cívico, ya que al subir daban sus pases o su dinero a los pasajeros que quedaban por delante de ellos y por una cadena de manos llegaba hasta la máquina de pago que hay al lado de cada conductor. En el caso de las tarjetas monedero, estas hacían el recorrido de vuelta hasta sus dueños del mismo modo. Yo mismo, que estaba sentado muy cerca de la máquina, participé en estas cadenas varias veces.

Mientras recorríamos los pocos kilómetros que separan Xiàguān de Dàlǐ, el chico que estaba sentado a mi lado, profesor universitario en Bejing, aunque simpático y parlanchín nos lió y por su culpa nos bajamos en la peor parada posible. Una antes, era lo correcto, de hecho bajó casi todo el mundo, y la siguiente era el mal menor, pero en fin. Debido a eso, después de deambular un rato con las mochilas a cuestas y con dificultades para orientarnos, el mapa de la Lonely Planet era cutrísimo, decidimos coger un taxi, si bien terminó siendo un coche privado que nos cobró 15 yuanes (2€).

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Helena, la chica con la que habíamos recorrido Yuanyang, Xinjie y parte de Jianshui, nos había recomendado un hotel para el que nos había dado incluso las indicaciones, y allí nos alojamos. Hasta el momento era el segundo más barato del viaje, 100 yuanes por noche la habitación (12,88€), pero fue el mejor de todo el mes que estuvimos por China y Laos. Después de una ducha reparadora, y un cambio de ropa, salimos para turistear.

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La intención era ir hasta las Tres Pagodas y verlas por fuera, ya que según la guía no valía la pena pagar los 121 yuanes de la entrada (15,60€), pero al llegar y ver el mapa del sitio y los folletos, cambiamos de opinión. De hecho el complejo es enorme y aunque es cierto que está reconstruido, se pueden ver un montón de cosas interesantes.

La visita no es nada complicada, ya que de nuevo se trata del típico complejo de pabellones y jardines con distribución lineal desde la puerta principal. No obstante, sí es cansada ya que además de su longitud, más de un kilómetro, este transcurre en una subida constante y el desnivel no es nada despreciable.

A lo largo de la primera parte del camino fuimos con cuidado de no perdernos ninguno de los estanques que hay en el tercio inferior, buscando las mejores vistas de las Tres Pagodas y su reflejo, foto habitual en los prospectos y folletos sobre Dàlǐ. No defraudan en absoluto.

Por lo demás, algunos de los pabellones son realmente espectaculares y yo destacaría el del Avalokitesvara de once rostros o el de Mahavira. Por otro lado, también nos llamaron la atención las ruedas de oración de influencia tibetana, si no me equivoco, y que no habíamos visto en ningún templo hasta ese momento, y personalmente, también me hizo bastante gracia el pequeño estanque de los nueve dragones bañando a Buda niño.

Finalmente, la última pagoda del complejo, francamente elevada y con un montón de escalones después de todo el recorrido, se llama “lakeview” y como su nombre indica, ofrece excelentes vistas, no solo del complejo de las Tres Pagodas, sino también de todo el Lago Ěr.

Bueno, hasta aquí la primera parte de Dàlǐ. Próximamente, más.

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