Después del snorkelling en el Million Dollar Point, Jeremías nos llevó a ver cuatro cosillas para justificar el “half-day tour”. En primer lugar los barracones americanos de la Segunda Guerra Mundial, que algunos vanuatenses usan aún para vivir, como almacén o como cocina. Se trata de los barracones que se ven en las películas sobre la contienda, esos que parecen medio bidón de petroleo tumbado.
Los barracones se encuentran en una zona de Luganville donde las calles de tierra forman una cuadrícula perfecta, pero donde excepto por algunas cabañas, las parcelas están muchas veces vacías, o llenas de matorrales y chabolas. Jeremías nos pidió que para respetar la intimidad de la gente no hiciéramos muchas fotos, y así lo hicimos. Durante el trayecto nos contó un poco la historia de Vanuatu en el siglo XX, sobre la que ya os he explicado algo antes, y para terminar llegamos al último barracón, uno que nadie usa y que está vencido por la vegetación.
De regreso le pedimos a Jeremías que parara en un par de lugares que nos habían llamado la atención en la ida: el campo de fútbol de Luganville y la casa de los jefes, en la que cada tres meses se reúnen los jefes de los poblados de la isla de Santo para hablar. Así terminamos la excursión.
Cuando Jeremías nos dejó en el hotel era ya la hora de comer y fuimos al mercado. Allí tenían un sistema de cantinas, al lado del mercado, que me pareció muy original. Consiste en una especie de nave industrial larga y estrecha, dividida a lo largo en habitaciones que tienen una puerta a un lado y una ventana al otro, ambos con porches. Cada habitación es una pequeña cocina y allí las mujeres (mayores o jóvenes) preparan tres o cuatro guisos que tienen listos desde la mañana. El lado de la puerta sirve de pequeño obrador, despensa y almacén, mientras que en el otro, hay una mesa con bancos enfrente de la ventana. Allí se sientan los clientes que piden, reciben la comida y pagan, a través del ventanal.
Amaya pidió pollo y yo estofado de ternera que nos sirvieron con arroz blanco. Lo que nos sorprendió es que en ambos guisos hubiera pepino cocido, hasta el punto que al verlo pensábamos que era calabacín. Supimos que no cuando lo probamos y preguntamos. Nos costó en total 700 VT (5,55€).
Después de la comida fuimos a pasear por la calle que es Luganville y a averiguar los precios de la excursión a Champagne Beach. Enseguida vimos que solo había uno, y que era igual de caro hacerlo en grupo, privado, con chófer, sin chófer, con guía o sin, en coche alquilado, etc. Por lo tanto, como queríamos ver Santo, no había más remedio que soltar la mosca, y mejor malo conocido (y en este caso no lo parecía) que bueno por conocer. Iríamos con Jeremías u otro empleado de Kenneth.
Durante el paseo entramos a varias tiendas de “cosas” pero no nos gustaron nada. Además de que la calidad era mínima, había errores graciosos del tipo “et felicito fill“, como por ejemplo una camiseta supuestamente de la selección española de fútbol, pero negra y que ponía “SPANYOL”. En varios puntos del recorrido nos acercamos al mar y cuando terminamos la calle dimos media vuelta y empezamos a comprar las cosas de la cena y el desayuno: magro de cerdo, bonito, pan, agua, cerveza Tusker y té instantáneo. En total, 930 VT (7,37€).
Al terminar las compras y llegar de nuevo a la altura del mercado, pasamos de nuevo por el Unity Park, buscando un par de casas de las mazorcas de las que hablaba la guía pero que no habíamos visto la primera vez. Esa primera vez habíamos visto unas casetas de colores, pero ni rastro de las “paredes marinas de acero” ni los “barracones”. Los segundos no los encontramos tampoco esta vez, a no ser que fueran las casas de colorines, pero gracias a que queríamos ver el río Sarataka, encontramos las paredes de acero. No sabemos para qué servían, pero ahora parecen los dientes podridos de algún gran monstruo marino que salen del mar. Cerca había un barco medio hundido y es curioso como el efecto del óxido en la chapa del casco, se parece tanto a las hojas carcomidas o medio podridas de árboles y arbustos.
En el parque había un par de chicos jugando al fútbol y me hice una foto con Charlie, que iba vestido del Barça. Aproveché para comprobar que el deporte más popular en Vanuatu es el fútbol y no el rugby como en Fiji. Ya lo sospechaba después de ver en la calle principal, tiendas en las que vendían copias en DVDs caseros de partidos de fútbol, como la reciente final de la Supercopa de Europa 2015, por 300 VT (2,38€). En otra tienda había lo mismo pero con películas de Hollywood y Bollywood, 3 por 500 VT (3,96€). Recuerdo ahora también, que en el autobús a Suva nos pusieron Transformers: Age of Extintion, pero era un screener.
Con esto volvimos al hotel, cenamos y a la cama.