De camino al Riri River Blue Hole Jeremias nos contó varias cosas. Por ejemplo, fue él quien nos explicó por qué nos picaban las manos y nos iluminó sobre la existencia de dos especies de árboles con hojas tan parecidas. También nos habló de la biología de las enredaderas, unas auténticas plantas parásitas y asesinas, que por otro lado sirvieron de camuflaje perfecto a los soldados americanos en su lucha contra los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial.
Otras de las curiosidades del trayecto fue ver a las vacas pastando tranquilamente entre palmeras en medio de una selva tropical. Como ya comenté, las reses son la segunda o tercera exportación de Vanuatu y, quizá, por eso aquí la ternera es tan barata (o eso nos parece a nosotros que veníamos de Japón). Por ejemplo, el solomillo estaba a 1100 VT (8,93€) el kilo y el filete escocés, que era lo más caro, a 1700 VT/kg. (12,80€).
Pero entre las palmeras no solo había cuatro vacas o cuatro cabañas, también serpenteaba la carretera. Había momentos en que a cada lado de la carretera había cientos y cientos de palmeras perfectamente alineadas en filas y columnas, puesto que eran plantaciones de cocoteros.
Así, de charla, llegamos al blue hole del Riri River. Nos dejó sin aliento. Es increíble. El Blue Hole es como una pequeña piscina natural rodeada de vegetación tropical, con el agua azul, de un color indescriptiblemente bonito, y transparente, de modo que se ve el fondo con detalle en todo momento. Fue una pena que no pudiéramos hacer fotos. Pero por suerte, tenemos las que nos mandó Vincent y las que se encuentran por Internet.
Vincent es un francés que estaba allí con su familia, mujer, hija e hijo, y que vive en Nueva Caledonia. Le expliqué lo de nuestra cámara y le pedí si podía hacernos una foto con su cámara y enviárnoslas por e-mail. Dijo que sí y cumplió. Nos hizo varias fotos, las primeras “haciendo el Tarzán” y las otras en el agua.
Al principio, entrar en el agua nos echaba para atrás porque la notábamos fría, así que en lugar de bajar por las escaleras decidimos tirarnos a las bravas. Para ello nos bastó con subir a una pequeña plataforma y agarrarnos a una cuerda con nudos. Luego, dejarnos ir y balancearnos hasta caer en el agua. Cabe decir que en Laos habíamos hecho una cosa similar pero aquí la logística era mejor ya que la cuerda era más larga y podías sujetarte con los pies en el nudo inferior, que era mucho más ancho.
Después del chapuzón, ya no parecía que el agua estuviera tan fría y desde el Blue Hole la sensación era increíble. Si mirabas abajo te veías los pies suspendidos en un agua transparente, como volando sobre el fondo. Si lo hacías hacia arriba o a los lados, era estar en el centro de un bosque fantástico, un lugar idílico.
No obstante, no pudimos quedarnos tanto como hubiéramos querido porque ya se acercaba la hora de volver. Antes, sin embargo, Jeremías se acercó con unas piedras y las empezó a lanzar… no entendimos nada hasta que de entre los árboles salió revoloteando un murciélago de la fruta o zorro volador. Era mucho más grande de lo que pensábamos. Allí en Vanuatu la carne de murciélago se come y le pregunté a Jeremías dónde la podía probar, pero él me dijo que en los restaurantes no la sirven. Luego estuvo a punto de cazar uno de una pedrada, pero no sé si pretendía que nos lo comiéramos luego. Eso fue el final de la excursión de 14.000 VT (113,67€) y de allí fuimos al hotel.
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